La división de EuskadiJOSEP RAMONEDA
El Partido Nacionalista Vasco (PNV) acaba de hacer otra extraordinaria representación de su papel preferido: el de aprendiz de brujo. El tema de la obra ha sido escogido minuciosamente: la ley que debe regular la autonomía del deporte vasco. Tampoco el momento es indiferente: el Campeonato del Mundo de Fútbol, un breve periodo de tiempo en el que los clubes de este deporte ceden todo el protagonismo a las selecciones nacionales, es el adecuado telón de fondo de la obra. Un momento oportuno para que los vascos se hagan, como el señor Anasagasti,todo tipo de fantasías acerca de un hipotético enfrentamiento con la selección española. Se trata, por tanto, de una cuestión de carga simbólica fuerte cuya importancia siempre puede relativizarse con el argumento de que el deporte no deja de ser un juego, es decir una cuestión menor. Pero es un asunto que tiene trampa: el motivo central de la obra, la posibilidad de que Euskadi compita internacionalmente con selecciones propias es, hoy por hoy, inviable, por lo menos en los deportes más universalmente populares. Aun en el supuesto, nada probable, de que las federaciones internacionales permitieran, de modo excepcional, que en España hubiera más de una selección por Estado, quedarían muchos problemas difíciles de resolver. Toda federación, para poder presentar su selección de fútbol en las competiciones internacionales, debe tener una liga propia. ¿Tendrían viabilidad económica el Athletic y la Real sin poder jugar la Liga española? ¿Querrían las figuras de estos equipos jugar un campeonato de escasa resonancia internacional? ¿Se les podrían pagar los altísimos salarios que cobran actualmente? Lo más probable sería un éxodo de los mejores futbolistas y una devaluación de la competición. A pesar de que Euskadi, al no haber sufrido los efectos depredadores de un equipo monopolista, tiene un tejido futbolístico mucho más sólido que Cataluña, por ejemplo. En realidad, no es éste el tema de la representación orquestada por el PNV. La ley del deporte y su aspecto más llamativo, las selecciones vascas, no son más que pretextos. Se trata, simplemente, de componer un cuadro teatral que visualice que hay una mayoría abertzale posible en el País Vasco. Que el motivo aparente que provoca el reencuentro con los hijos pródigos sea inviable va en favor de la operación. El PNV quiere simplemente enviar un mensaje, en forma de imagen, a Madrid. Quieren que quede claro que no tienen ningún reparo en aliarse con Herri Batasuna (HB) si se tercia. Y quien quiera entender que entienda. Poco importa que el espectáculo del Parlamento de Vitoria coincida en el tiempo con la imagen de los cuatro secuestradores de Ortega Lara jugando al mus y riéndose de su víctima ante el tribunal que les juzga. El PNV ya ha dicho que para él no hay atrocidad que impida el diálogo con HB. Desde Ermua puede que se haya avanzado policialmente en la lucha contra ETA, pero se ha retrocedido mucho políticamente. A la incapacidad de los demócratas de mantener vivo al Pacto de Ajuria Enea, ha seguido este primer esbozo de mayoría parlamentaria abertzale, de modo que en vez del aislamiento político de HB se abre la perspectiva de su integración en un bloque vasquista. Vascos contra maquetos, abertzales contra españolistas: el problema del País Vasco sigue siendo que no es una sociedad integrada. De un tiempo a esta parte, dentro y fuera de Euskadi han vuelto a ganar protagonismo las políticas de división. El PNV parece decidido a ahondar en la brecha. Y para dar solemnidad a la línea divisoria, la proyecta sobre la cámara de Vitoria. Insensatez o frivolidad, lo cierto es que un año después de Ermua el País Vasco nos envía una foto de un Parlamento dividido entre nacionalistas y españolistas, ante la euforia de HB. Algunos verán en ello un augurio para la paz. HB entra en el juego. ¿Qué juego? De momento, lo que ha conseguido es un plus de propaganda y de legitimidad que hasta ahora le estaba negado. No ha sido el PNV el único aprendiz de brujo en esta historia, el PP ha puesto mucho de su parte al interpretar Ermua como el punto de partida de una reespañolización de Euskadi. Lo dije entonces: por este camino sólo se puede ir a una ulsterización del País Vasco. Y aquella hipótesis empieza a dibujarse. Se ha hablado mucho del modelo irlandés. Cuando en el Ulster firman la paz, en el País Vasco parece que se quiere retroceder hasta el punto de partida, el momento en que en un Ulster dividido entre dos comunidades empezaba el inacabable conflicto que ahora termina. En cualquier hipótesis de solución de la cuestión vasca, el PNV debe ejercer un papel central, pero nunca será solución aquella que se construya sobre la división del país en dos: abertzales y españolistas. Una selección nacional aparentemente debería unir, en Euskadi divide.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.