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FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Lobo Antunes reclama el regreso de la amistad a la vida y la literatura

El autor portugués presenta en Madrid "Manual de inquisidores"

«A Ernesto Melo Antunes, mi capitán desde hace 25 años, cuyo valor y honestidad siempre me sirvieron de ejemplo». Así dedica António Lobo Antunes Manual de inquisidores (Siruela). Sus dos audífonos son una secuela de la guerra de Angola, en la que batalló junto a Melo, pope de la Revolución de los Claveles. Por cuidar a su amigo, el médico y psiquiatra Lobo Antunes retrasó un mes su llegada a Madrid. A sus 56 años, el escritor critica a aquellos autores que se interesan más por el dinero que por la literatura y la amistad.

Manual de inquisidores narra el final de una época, la dictadura de Salazar. A través de numerosos personajes que hablan en primera persona, poniéndose en la piel de un ministro o metiéndose en la intimidad de una campesina, Lobo disecciona un mundo de intolerancia casi feudal, y hace una llamada contra el olvido, una invitación al lector: ser el inquisidor ético del inquisidor corrupto.Para Lobo, vida y literatura exigen integridad, pasión, desprecio de la fama y el poder... «Los políticos son unos pobres diablos. Creen que aman la humanidad pero no les gustan los hombres, sólo los sustantivos abstractos: gloria, poder... Representan la mediocridad emocional».

En eso, «son como muchos escritores, que escriben dos meses y luego sólo hacen de putas. Recibo muchos textos de jóvenes y sólo quieren el éxito inmediato. Y es extraño, porque si eres escritor sólo quieres escribir. Si vienen el éxito y el dinero, mejor, y si te dicen que eres un genio debes empezar a preocuparte».

Todas estas certezas, que él llama «juicios parciales», los achaca Lobo a su «carácter latino». Un origen que, entre otras cosas, le da «la libertad de escribir sin reglas» y «el gusto por la amistad»: «He tenido siempre la pasión de los amigos: respeto y aprendizaje».

Rubio y con los ojos azules, Lobo habla rápido en un español poético y preciso como su prosa portuguesa. Prefiere hablar de otros. Para criticarlos -no le gustan Saramago, Cela o Coelho porque cree «que no escriben para ellos mismos»- o para rendirles homenaje: a Unamuno -«un gran referente ético para nuestra generación»-, a Heinrich Böll -«nunca buscó el éxito, sólo estar entre los hombres»- y a Cortázar: «Me gustan mucho los hombres que demuestran el afecto. Él era así. Un tipo modesto, caluroso, tierno... Y un escritor bárbaro y humilde, siempre corrigiendo. Parecía que sus libros eran sólo para ti, que las otras copias tenían que ser distintas».

Lobo dice que «cada novela se escribe para corregir la anterior y estructurar un delirio». Manual de inquisidores llegó de un miedo: «Sentía que no podría escribir más. Pero la chispa me la dio la frase de un viejo que me recordó un hermano mío: "Hago todo lo que ellas quieren, pero nunca me quito el sombrero". Fue como hacer una chaqueta a partir de un botón. El reto es convertir la novela en un organismo vivo. Las novelas buenas son así: marcan los planes, dicen qué personaje cabe y cuál no...». Y sobre el estilo, lo quiso más práctico que exuberante: «Tolstoi decía que el escritor debe ser eficaz; yo creo que debe ser también discreto. Como un delantero centro».

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