_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Doñana: ecología y política

Los hechos y sus consecuencias. Han pasado siete semanas desde la rotura de la presa de decantación de la mina de Aznalcóllar, propiedad de la empresa sueco- canadiense Boliden, que arrojó cinco millones de metros cúbicos de agua y lodos tóxicos con sedimentos de metales pesados y que se ha conocido como el desastre ecológico de Doñana. Durante todo este tiempo hemos ido conociendo los hechos y sus consecuencias en un goteo interesado de informaciones, que cuestiona la credibilidad de las fuentes, pero que no puede minimizar ni suavizar lo evidente: nos encontramos ante una gravísima situación medioambiental de causas económicas y políticas.Más de dos millones y medio de metros cúbicos de lodo tóxico esparcidos por los cauces y márgenes de los ríos Agrio y Guadiamar, pendientes todavía de retirar. Cada tonelada de lodo contiene 25 kilos en cantidades variables de arsénico, plomo, zinc, cobre, cobalto, bismuto, cadmio y mercurio, junto a la presencia del potente raticida talio, todo ello en partículas pequeñas de gran movilidad y toxicidad, susceptibles de ser inhaladas al liberarse en el medio natural.

Más de 30.000 kilos de peces y aves muertos, huevos y nidos destruidos. Más de 4.000 hectáreas de suelo contaminadas, de las cuales 2.000 hectáreas son de uso agrícola, afectando a 400 agricultores, que han perdido cosechas y seguramente tierras de manera irreversible. A los que hay que añadir los 520 trabajadores de la mina de pirita, que la empresa Boliden ha cerrado, y que han visto sus contratos cancelados, regulados o condicionados a una reapertura lejana y quizás improbable.

Éstas son algunas de las consecuencias que podemos medir en metros cúbicos y cifras. Todas evitables. Pero indicadores insuficientes todavía para medir la imprevisible evolución de una naturaleza agredida que ha cercado e infectado de veneno a Doñana, el Parque Natural más emblemático de Europa. Y escenario de las mejores fotos de las parejas gubernamentales de moda de los líderes europeos, que las coyunturas políticas del momento nos ofrecen en sus visitas a nuestro país.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

La respuesta de las empresas. Boliden, propietaria de la mina y de la balsa, actúa según sus lógicas. Denunciada en 1993 y expedientada ya en 1996, insuficientemente controlada y dócilmente vigilada, ha acumulado en la balsa residuos minerales para los que estaba autorizada y otros residuos químicos altamente tóxicos, para los que no lo estaba. Financiada en parte con dinero público, ha llenado la balsa -cementerio de residuos tóxicos- en cantidades y caudales para los que no estaba preparada, y sus planes de vigilancia, seguimiento, control y emergencia no han funcionado por negligentes o inexistentes. Su actitud ante el más que previsible delito ecológico y el delito contra la salud pública al que deberán de hacer frente sus responsables es el de anunciar el eventual pago de indemnizaciones cubiertas por su póliza de seguros.

Así, obscenamente, la empresa incumple concesiones, actúa irresponsablemente, desvía fondos públicos, según las últimas informaciones periodísticas, y se limitará a pagar algunos daños. Accidentes económicos previstos en la cuenta de explotación, asegurados por pólizas. No hay problema. La empresa no ha perdido un ápice en su cotización en Bolsa ni ante sus accionistas. Está todo previsto. Exigencia de la eficacia empresarial. El sistema lo permite todo mientras puedas pagar una responsabilidad que, en este caso, más parece el precio de la impunidad. A cuánto se cotiza la tonelada de pez muerto o el kilo de nido destruido son preguntas imposibles en el sistema operativo de un mercado de valores sin valores. Es más, quizás y paradójicamente, otras empresas sacarán tajada, ya que su negocio consiste en paliar las consecuencias letales de los desastres ecológicos. El mercado se nos presenta así no sólo como pensamiento y sistema único, sino también como oferta y respuesta técnico-empresarial ajena a los costes reales que recaen sobre el planeta y la humanidad, nunca contabilizados en las cuentas de explotación. Es estupendo.

La respuesta de las administraciones. El bochornoso cruce de acusaciones entre quién es responsable y quién es competente que la Administración central y la autonómica se han cruzado desde el primer momento sí que ha puesto en evidencia las irresponsabilidades y las incompetencias de los máximos responsables administrativos para diagnosticar el alcance de los problemas, para coordinar las actuaciones adecuadas, para organizar las tareas, para acelerar los trámites y los procesos legales.

En definitiva, ha puesto en evidencia que lo ecológico no debe conocer fronteras administrativas, que lo ecológico es intransferible por inseparable, porque afecta de manera transversal a lo medioambiental, a lo natural, a lo económico y a lo político. Que las irresponsabilidades no se miden desde o por el supuesto color político de quien las comete. Que pretender comprender lo ecológico desde las trincheras jurídicas y legales de la Ley de Aguas o la Ley de Minas es no sólo de una ignorancia imposible en un gestor público, sino -me temo- de una interesada concepción de lo ecológico, que reducido a medioambiental, quiere evitar la cuestión de fondo sobre por qué es imposible seguir pensando lo económico subordinando la sostenibilidad al beneficio avaro y sin límites.

Y hay límites. Los que marca la ley y los de la ley de lo natural y de lo vivo, que anunciados por la comunidad científica en todo el mundo proponen respuestas sensatas ante el caos organizado y especulador de una economía en la que todo vale. Dejo para otro día la responsabilidad de un sistema judicial que, ausente, se limita a desestimar recursos y diligencias por defectos de forma. Defendiendo las formas, ignorando el fondo y los hechos, algunos contribuyen a la impunidad de quien comete delitos por acción u omisión.

Las propuestas. Durante todo el tratamiento informativo de los hechos que hemos descrito, la consideración de los medios de comunicación ha sido la de clasificar la tragedia de ecológica o medioambiental, y la de tratar estos temas desde las páginas de sociedad de los periódicos. Ausente la ecología de la política y de la economía, ha sido reivindicada por una diversificada y competitiva gama de organizaciones ecologistas. También, casi por alusiones, desde la única formación política con etiqueta verde homologable.

Gracias a ellos hemos podido escuchar las denuncias que acusan de minimizar lo ocurrido con silencios cómplices y encubrimientos mutuos entre las administraciones y la empresa, en un episodio que les cuestiona a casi todos por igual. Parece que la lógica «o todos ganamos o todos perdemos» se va a imponer para que no sepamos al final qué pasó y quién o quiénes son los responsables, competentes o no.

Pero la denuncia imprescindible no es suficiente si queremos avanzar en el objetivo de fondo. Que no puede ser otro que el de cuestionar lo político y lo económico con una nueva lógica ecológica, que sumada a otras rebeldías a favor de la solidaridad y las libertades deben constituirse en una energía capaz de modificar políticas y propuestas.

El pensamiento ecológico no es sólo patrimonio de los expertos ni puede reducirse a los más sensibles. Tiene que atravesar e impregnar todas las sensibilidades. Es demasiado serio lo que nos jugamos para que dependa de nuestros personalismos y del grado de madurez de nuestras organizaciones. Superemos las visiones parciales que nos sectorializan -yo con Bosnia o Chiapas; tú con los delfines, y él con el sida- para redescubrirnos en un creativo y complementario nosotros y nosotras, consciente de sus posibilidades, con una visión de conjunto desde la autonomía. Nada está separado. Y quien nos quiere especializados, nos quiere divididos.

Avancemos sin demoras. Los retos no esperan. Aparquemos las desconfianzas entre nosotros, en la configuración de un polo de progreso plural, activo, capaz, y que sume sensibilidades. Para combatir las políticas conservadoras de derecha y de izquierda que impiden la revitalización del espacio progresista hoy y hacia el siglo XXI, que sólo será posible si hacemos la paz con el planeta y entre los seres humanos.

Para que la ecología esté, definitivamente, en las páginas de política, como la solidaridad en las de economía y lo humanitario en las de internacional. Por nosotros y por las generaciones futuras.

José María Mendiluce es eurodiputado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_