"Afortunadamente, ya podemos dar esperanza a los pacientes de sida"
, Por si fuera poco, resulta que el maldito virus responsable del sida tiene otra abyecta afición. Es un virus neurotrópico que se frota las manos atacando al sistema nervioso central, como prueban los últimos estudios de esta enfermedad. Eduardo García Camba, madrileño de 40 años, es jefe de la sección de interconsultas-enlace del servicio de psiquiatría del hospital de la Princesa. Atiende, entre otros, a enfermos de sida ingresados o ambulantes. Hasta hace bien poco, y en bastantes ocasiones, le tocaba ejercer de amable cortejo hacia la muerte; ensayar con los enfermos la despedida más difícil. Ser la esponja que sólo absorbe tragedia. En octubre de 1996 comienza la espectacular caída del número de muertes por sida. De 120 al mes en toda España, un año después sólo se registran 20. Aparece el cóctel de la esperanza. La mezcla de dos o más fármacos antirretrovirales, que ha transformado el espíritu de los enfermos y, por descontado, el de aquellos especialistas, procuran su curación. Por primera vez se produce una disminución del número de casos en todas las formas de transmisión.Pregunta. Por fin puede usted animar a sus pacientes.
Respuesta. Afortunadamente. Es muy distinto abordar a un paciente que sabe que va a morir, a compartir con él un horizonte tan esperanzador. Ahora es mucho más fácil enseñar a un enfermo a exprimir su existencia, a conseguir más calidad de vida. Alrededor del 30% de los enfermos de sida sufren depresiones y otros trastornos.
P. Descríbalos.
R. Miedo, dudas, rabia, a veces contra el personal sanitario. Dificultades laborales y para el sexo, sentimiento de culpa porque ven la enfermedad como castigo, poco apoyo familiar y aislamiento social. Angustia, insomnio, depresiones. El sida es también un factor de riesgo para el suicidio. Las complicaciones depresivas no tratadas acortan la supervivencia del enfermo.
P. ¿Hay más rechazo social en los pueblos o en las grandes ciudades?
R. Depende. Los gitanos, por ejemplo, tienen un entorno familiar maravilloso que no les abandona. En el medio rural hay más contacto. En las ciudades, la forma de vivir y las distancias hacen que las familias se dispersen. Por eso son tan importantes los grupos de apoyo. Luego está la cuestión del anonimato, de quienes no quieren compartir, absolutamente con nadie, lo que les sucede. En las grandes ciudades resulta más sencillo pasar inadvertido. Para bien y para mal.
P. ¿Y en el aspecto clínico?
R. Evidentemente, la cosa se complica si hay que hacer muchos kilómetros para ir al médico. Pero hay casos tan graves o más. Por ejemplo, los enfermos que han de someterse a diálisis. Su vida depende de una máquina. Imaginemos un temporal que corte las carreteras.
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