Clinton sale en ayuda de Rusia y dirige una "operación rescate" de su economía
La Bolsa rusa se tomó ayer un respiro, con un ascenso del índice Lamás del 13% que superó el susto del día anterior, cuando una caída del 10% resucitó los temores de colapso económico. Cada día que pasa se hace más evidente que este gigante con pies de barro no podrá salir del hoyo por sí solo. La recuperación de ayer es la mejor prueba de ello, ya que fue la respuesta al lanzamiento de una operación rescate que encabeza el presidente estadounidense, Bill Clinton, y en el que están llamados a participar las grandes potencias.
El primer paso para lograr esta ayuda podría ser una reunión del Grupo de los Siete (el G-7, formado por los países más ricos del mundo), que se celebrará la semana próxima en París, para acordar una masiva inyección de dólares que evite el colapso. A la cita de la capital francesa, todavía no convocada oficialmente, asistirían probablemente los viceministros de Finanzas con objeto de estudiar la concesión a Moscú de una financiación de emergencia, de varios miles de millones de dólares, como barrera frente a los ataques especulativos al rublo y la Bolsa.En apenas un mes, las acciones han perdido el 40% de su valor, y el banco central se vio obligado el pasado miércoles, para evitar una devaluación, a elevar el tipo de interés básico del 50% al 150%.
Hasta ahora, la única ayuda con la que Rusia puede contar es la del Fondo Monetario Internacional (FMI), que desbloqueará este mes 670 millones de dólares (unos 100.000 millones de pesetas) de su crédito a largo plazo de 9.200 millones de dólares.
Aunque el Gobierno ruso insista en que puede salir del bache por sus propios medios, la respuesta de los mercados indica otra cosa. Cada vez son más numerosos los banqueros, empresarios y analistas que piensan que sólo una masiva ayuda exterior puede permitir superar la crisis. Así parece entenderlo Estados Unidos, donde el secretario del Tesoro, Robert Rubin, aseguró el pasado lunes que ya se trabaja en esa dirección con otros países del G-7, el Fondo Monetario y el Banco Mundial.
Hasta hace apenas unos días se daba por sentado que la convulsión asiática era responsable en buena medida de la situación en Rusia. Pero ahora se habla del efecto contrario, y se teme que un desastre económico en Rusia se extienda como la lava por Europa oriental e incluso más allá, comprometiendo la solvencia de muchos bancos acreedores de Rusia, que tiene una deuda externa de 140.000 millones de dólares, además de otra interna de 60.000 millones.
Petición de Yeltsin
Entretanto, el presidente ruso, Borís Yeltsin, y su primer ministro, Serguéi Kiriyenko, intentan apagar el fuego como pueden. Ayer fue convocado al Kremlin lo más granado de la banca y la gran empresa rusa, incluidos algunos de los grandes magnates que hace dos años ayudaron al presidente a ganar la reelección. "Sólo nos reunimos", les dijo Yeltsin en tono apocalíptico, "cuando es inevitable; el Estado está en dificultades, la economía se resquebraja y los inversores extranjeros huyen". Y acto seguido les instó a apostar por Rusia, aunque tengan que correr riesgos. "Cuando nuestros propios inversores no ponen su dinero, los extranjeros se van", afirmó poniendo el dedo en la llaga.Eso no fue todo. El presidente anunció, además, que el próximo día 30 de junio presentará ante el Consejo de la Federación (Cámara alta del Parlamento) un programa anticrisis, de cuyo contenido sólo dijo que ofrecerá soluciones a la insuficiente recaudación de impuestos, el retraso en el pago de salarios a millones de trabajadores y las altas tarifas de servicios esenciales.
El primer ministro, que hoy inicia un viaje oficial a Francia, ha declarado al diario Le Figaro que la actual crisis es más psicológica que económica. Pero, realista al fin, añadió que "hay que atacar al origen de la enfermedad, y no sólo a los síntomas".
¿Cuál es ese origen? Algo tan simple como que "durante mucho tiempo, el Estado gastó mucho más de lo que recaudaba", según sus palabras.
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