Carlos Fuentes elogia el milagro literario de Machado de Assis
El escritor mexicano Carlos Fuentes trazó ayer una elogiosa y cálida interpretación de la obra del brasileño Joaquim Maria Machado de Assis (1839-1908), a quien calificó como el más grande novelista iberoamericano del siglo XIX. En una conferencia que ofreció ayer en Casa de América, de Madrid, el autor de Cambio de piel vio en la obra de este «mulato carioca, pobre, autodidacta, con crisis de epilepsia, miope, que aprendió francés en las estancias de una panadería», al gran «milagro» de la literatura latinoamericana del siglo pasado.
Para Fuentes, Machado de Assis encarna la tradición cervantina llevada a la América poscolonial. Él lo llama Machado de la Mancha, en el título de su conferencia. «En la literatura latinoamericana del XIX hubo escasos milagros. Sólo la poesía dio algunos grandes nombres. La mediocridad de la novela no es ajena a lo que sucedió en España entre la novela de Cervantes y la aparición de las de Leopoldo Alas y Pérez Galdós», dijo Fuentes. «Brasil produjo ese milagro a través del genio de Machado de Assis y sus Memorias póstumas de Blas Cubas».
La tradición de Waterloo
Para Fuentes la escisión entre las tradiciones de la novela romántica, realista y naturalista que se alejan de la cervantina proviene de la «tradición de Waterloo», anclada en la influencia de Napoleón Bonaparte y su poderosa afirmación individual, que dejó huella en el mundo literario de autores como Balzac o Dostoievski, aunque éstos sean a su vez críticos de lo que los inspira.«La tradición de Waterloo se sabe real, mientras la cervantina se sabe ficción; la de Waterloo se sabe seria, la cervantina recurre al humor; la de Waterloo se basa en la experiencia, la cervantina en la inexperiencia; la de Waterloo es activa, la cervantina es reflexiva», afirmó Fuentes.
Las memorias póstumas de Blas Cubas se sitúan en la tradición del Quijote y del Tristram Shandy , de Sterne, o Jacques el fatalista , de Diderot. «Al borrarse las fronteras entre la realidad y la ficción, asistimos al nacimiento de la ficción», señala Fuentes, «a una tradición lúdica».
La gran novela de Machado de Assis, publicada en 1881, son unas memorias escritas desde la tumba, en las que la muerte misma es una incertidumbre. «Es una ficción consciente de serlo, que renueva la tradición cervantina de dirigirse al lector». El autor muerto dedica su libro «al primer gusano que devoró mi carne».
«Es una novela escrita con la pluma de la risa y la tinta de la melancolía», comenta. «En los retratos satíricos que hace Machado de Assis de la sociedad carioca, el humor determina el ritmo de la prosa. Pero la risa rabelesiana se coagula en melancolía».
Babelia
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