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Dormir, misión imposible

Vivir en las calles más ruidosas de Madrid es algo desesperante para los vecinos que residen en ellas. Algunos explican cómo es la convivencia diaria con el ruido: » Santa María de la Cabeza. Fernando Ordás vive desde hace 17 años en la calle más ruidosa de Madrid (81 decibelios). La altísima densidad de tráfico (incluidos camiones y autobuses) ha hecho que, en esta vía, el ruido sea insoportable. "Esto es infernal, aquí es imposible dormir con la ventana abierta. Esta calle es de las más terribles. Creo que es por culpa del tráfico y del paso elevado". Ordás apunta soluciones para enfrentarse al ruido: "Habría que cambiar el asfalto, quitar el paso elevado y reducir la velocidad de los coches".El estruendo de la calle es tan grande que el hotel Aramo, de nueve plantas, instaló dobles ventanas en todas las habitaciones. Para Emilio Alonso, recepcionista del hotel, "pese a esta medida, los clientes de las plantas más bajas se quejan del enorme ruido que llega de la calle".

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» María de Molina. Rocío, estudiante de 19 años, vive en los primeros números de la calle. "Es espantoso el ruido que hay", lamenta. Culpa del alboroto al tráfico y los pitidos de los coches: "El problema es que esta zona es un cruce de vías importantes y no se hace nada para amortiguar el ruido", agrega. Rocío, sobre todo, no aguanta los días de los partidos de fútbol en el Santiago Bernabéu: "Mira, estamos lejos, pero cuando hay encuentros es la locura".

Andrés, portero de una finca, se pasa medio día en la calle. "El problema es que los coches por aquí no paran. De día y de noche es tremendo y sobre todo los pitidos y el silbato de los policías municipales que regulan los cruces. Tengo hasta el sueño roto".

» Paseo de la Castellana. Convivir con el ruido por el día y con la música por la noche es un tormento para Adela, propietaria de una puesto de prensa en la tercera calle más estrepitosa de Madrid. "No me acostumbro nunca a tanto jaleo, a veces me da dolor de cabeza. El problema es que vivo también aquí y de noche tampoco descansamos porque cientos de jóvenes toman el paseo de la Castellana y los bares ponen la música a todo volumen. Antes sólo era en verano y ahora los chavales invaden la calle y montan juergas tremendas", dice Adela.

» Alcalá. Gonzalo, se pasa 10 horas diarias encerrado en un despacho de la calle de Alcalá. "Hay veces que no puedo concentrarme en el trabajo por la explosión de ruidos de la calle. El desorden de fuera se traslada aquí", asegura. Sobre todo se queja de los camiones de reparto. "Causan un ruido gigantesco y algunos dejan el motor en marcha sin importarles nada", añade Gonzalo.

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