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Los especialistas del Equipo Quirúrgico de Sevilla llevan ocho años sin poder ejercer su profesión

Si no fuera porque es verdad, la situación sería increíble. ¿Qué hacen un cirujano y dos anastesistas destinados en la piscina municipal de San Pablo? En el Centro de Urgencias y Especialidades de Sevilla, conocido como el Equipo Quirúrgico Municipal (EQM), hay un centenar de profesionales de la sanidad esperando, desde hace años, que alguien cambie su destino. Además del cirujano, otros especialistas, entre los que se encuentran un neurólogo y un otorrino, no ejercen tampoco el trabajo específico que en principio les correspondería; el EQM carece de estas consultas. Los quirófanos fueron desmontados hace seis años.

El EQM, situado frente a los Jardines de Murillo, tiene cuatro plantas y ático; más de 2.000 metros cuadrados infrautilizados. Parece un lugar ideal para que a uno le atiendan en un apuro sanitario, para solventarle esa urgencia médica que en los grandes hospitales de la ciudad, a veces, no le pueden resolver con rapidez por su saturación. No cierra nunca. Diez médicos generalistas y 20 ATS atienden cada día entre 100 y 150 personas que, bien por casualidad, bien porque conocen el centro, acuden a que les hagan una primera cura de urgencia. Todo empezó con la entrada en vigor de la Ley General de Sanidad. A partir de 1988, los ayuntamientos reestructuran sus servicios sanitarios y muchos de sus empleados pasaron al SAS. Desde entonces, los municipios están sólo autorizados a actuaciones preventivas y a hacer promoción de la salud. El EQM sólo puede impartir, pues, primeros auxilios. La aplicación de la Ley de Incompatibilidades supuso asimismo una reorganización del Servicio Municipal de Salud; desaparecieron las casas de socorro y se eliminó la atención hospitalaria. Desde entonces, los trabajadores fijos que no quisieron pasar al SAS viven una situación laboral extraña, en la que no pueden ejercer su profesión. Seis años han pasado ya desde que se desmontaron los tres quirófanos del EQM. En cada una de estas salas permanece el esqueleto de la mesa de operaciones abandonada; en un rincón, lámparas e instrumental quirúrgico aguardan amontonados a que alguien les adjudique un destino. "Mucho de este valiosísimo material ha ido desapareciendo, sin que se sepa cómo", comenta un trabajador que impone el anonimato. Todas las personas consultadas desean una solución: que los especialistas tengan trabajo y cumplan con su horario. "Ahora, como no tienen nada que hacer, se escaquean, o simplemente no vienen". En la planta sótano: las cocinas, la lavandería, la sala de máquinas, las dos salas mortuorias... Todo está abandonado; lo mismo ocurre en la tercera, donde las consultas de especialidades aparecen cerradas. El personal mata el tiempo esperando a que acabe su turno.

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