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«El tabaco provoca adicción» será la próxima advertencia en las cajetillas

España incumple la ley que restringe el consumo y los anuncios

La normativa comunitaria que prohibirá cualquier publicidad de tabaco no entrará en vigor hasta el 2006. Pero los países de la UE están dispuestos a añadir antes una nueva advertencia en las cajetillas: «El tabaco provoca adicción». Enganchado a ella está el 36% de los españoles, que incumple a sabiendas las normas restrictivas del consumo y la publicidad impuestas por una ley de 1988. El 64% restante, que dice que no fuma, es más tolerante que los ciudadanos de EE UU, donde es la presión social la que prohíbe fumar . Con mayor o menor fortuna, todos los países celebran hoy el Día Mundial sin Tabaco.

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Las legislaciones de la UE recogen la obligatoriedad de advertir en las cajetillas los efectos negativos del tabaco. La próxima, en torno a la adicción, será la séptima. Según el director general de Salud Pública, Juan Francisco Polledo, «o esta iniciativa se toma a través de la Comisión Europea o cada país tendrá que hacerlo por su cuenta».Pese a las prohibiciones, los españoles fuman en hospitales, centros docentes, transportes públicos y locales de la Administración, y son pocos los multados por hacerlo. Menos aún son los castigados por vender tabaco a menores de 16 años. Teóricamente, por incumplir estas normas se pueden imponer multas de hasta 2,5 millones.

Sanidad recibe al año casi 200 quejas relacionadas con estos incumplimientos. Según Polledo, «las comunidades, que son las competentes, no se han dotado de buenos instrumentos punitivos. Apenas se actúa de oficio. Donde hay denuncias, al final se acude más al acuerdo y a la vía negociadora».

En ello tiene mucho que ver la permisividad española. En EE UU, un sentido innato de respeto a la ley y una conciencia social muy arraigada hacen que las restricciones se hayan obedecido a rajatabla en los últimos años, informa Juan Cavestany. La filosofía dominante no es tanto la prohibición de fumar como la protección del no fumador. En 1995, Nueva York prohibió fumar en restaurantes y en algunos lugares al aire libre. Los propietarios de los restaurantes ejecutan la ley sin reparos, pues son ellos los sancionados si alguien fuma en su local.

Aunque la norma relativa a la venta y consumo de tabaco de 1988 es explícita, los españoles no se dan por enterados. Los alumnos del instituto Ramiro de Maeztu, en Madrid, saben que no pueden fumar en el edificio, pero lo hacen. «Sobre todo en los baños», reconoce una profesora, que admite que las infracciones raramente se pagan.

En el hospital madrileño de La Princesa la situación es similar. Un gran letrero advierte: «Entra usted en un hospital. Está prohibido fumar». Tampoco se vende tabaco ni en el puesto de periódicos ni en la cafetería, aunque en esta última «se da por hecho» que se puede fumar. Cinco plantas más arriba, los pacientes de cardiología disponen de una pequeña habitación que hace de sala de fumadores .

La situación se repite en edificios públicos y el metro. Y son muy pocas las denuncias. Una taquillera confiesa, mientras apura un cigarrillo, que ve a «decenas de pasajeros fumando cada día». Como mucho, recrimina al infractor. «Pero no suele hacerme caso», dice.

En Cataluña, el 75% de los ciudadanos está a favor de nuevas medidas legislativas restrictivas, según las encuestas oficiales, informa Marta Costa-Pau. El 90% de los catalanes opina que los no fumadores tienen derecho a respirar aire libre de humo. La Generalitat inicia hoy una campaña para que restaurantes y bares tengan espacios de no fumadores.

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