El fantasma de Tom Waits

Por fin este numerosísimo combo madrileño ve la luz a la salida del túnel discográfico y al fin una pequeña compañía de discos -pequeña y valiente- se atreve a registrar su propuesta musical, tan inusitada como meritoria. Hasta ocho componentes se dieron cita sobre el escenario para presentar su primer y esperadísimo álbum, aunque la verdad es que el concierto comenzaba antes en la calle con una aparición a lo big band que procuraba meter a la grey de admiradores en el clima Nueva Orleans que la banda ha escogido como seña de identidad.En escena y con el fantasma de Tom Waits sobrevolando siempre las tablas, La Banda Sin Nombre actuó como un grupo compacto de músicos veteranos que, lejos de virtuosismos, ejecuta un repertorio cargado de blues y baladas sórdidas de humo y whisky; todo ello con la quebrada y carismática voz de Al Vavone interpretando textos llenos de poesía y nocturnidad militante.

Desde sus inicios, hace más de un lustro, La Banda Sin Nombre ha ido transitando en dirección hacia propuestas más sureñas -J. Geils Band- y, últimamente y coincidiendo con la brújula que impone la moda musical, hacia un funk con sabor setentón y al que la sección de vientos le saca un partido más que resultón.

Hay que destacar los juegos entre armónica y guitarra en unas canciones - Hombre boogie, Aullando o Pic-nic en el desguace - que poco a poco van sacando al grupo del circuito underground y haciéndole entrar en un público ansioso de experiencias musicales diferentes.