Las maquetas del cubo
El ambicioso destino de centro cultural que ideó para la Alhóndiga José María Gorordo en su etapa al frente de la alcaldía de Bilbao quedó reducido a las maquetas. El primer proyecto del arquitecto Francisco Javier Sainz de Oiza, presentado en la primavera de 1989, preveía la construcción de un cubo de cristal y acero, de una altura equivalente a 10 pisos, pegado a la fachada. El cubo transparente, el doble de alto que los edificios del entorno, cubría una gran plaza pública. El complejo cultural de la Alhóndiga tenía como inspirador a Jorge Oteiza, que, auspiciado por Gorordo, pretendía poner en marcha talleres de "investigaciones estéticas comparadas" que compartirían el espacio con un museo de arte contemporáneo, salas de exposiciones y biblioteca. El aluvión de protestas que generó, desde los vecinos preocupados por la sombra del cubo hasta los técnicos que adujeron que con el proyecto "se rompía la escala del Ensanche" o se "atentaba contra un edificio de interés cultural" obligó a replantear el mastondóntico proyecto. Antes de acabar 1989 estuvo lista la segunda versión del cubo de Gorordo. La maqueta revisada que presentó Sainz de Oiza, con la misma vehemencia y parecida indefinición que la primera, alteraba sustancialmente los planes iniciales y permitía reducir el coste, pero el cubo seguía intacto. Adosados a dos de sus caras, se iban a construir unos 12.000 metros cuadrados para albergar las instalaciones culturales. Gorordo, apoyado en el prestigio de los nombres de Sainz de Oiza y Oteiza, tiró en solitario durante unos meses más del proyecto de la Alhóndiga, pero su dimisión llegó en diciembre de 1990, sin que avanzara un centímetro. Del del cubo sólo quedaron las maquetas y el fin de la carrera política de José María Gorordo en las filas del PNV.
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