Víctor de la Serna: «Por mi familia se me exige más que a los demás»
El novillero madrileño debuta hoy en la plaza de Las Ventas
Lo suyo es culpa de los genes. Víctor de la Serna, de 23 años, es nieto y sobrino de toreros e hijo y hermano de críticos taurinos. «Mi familia lleva 60 años en el mundo de los toros», dice para a continuación declarar con voz grave que, pese a ello, «para nada todo son ventajas. Se me exige más que a los demás». Tras debutar con picadores el 8 de septiembre de 1996, el diestro se presenta hoy en Las Ventas al lado de López Chaves, el último novillero que ha abierto la puerta grande, y un Miguel Abellán que tiene próxima la alternativa.
-¿Realiza habitualmente el pase de las flores?
-Lo he hecho alguna vez. Sólo cuando me encuentro muy acoplado.
Pocos toreros pueden presumir de incorporar a su repertorio una herencia familiar. Víctor de la Serna está en disposición de hacerlo. El cuadro de Ruano Llopis que inmortalizó a Victoriano de la Serna y Gil, su abuelo, en el molinete invertido de su invención es el testigo mudo del legado. «A veces la familia funciona como una olla a presión. Desde pequeño estoy escuchando hablar de toros. La consecuencia es que se está muy pendiente de mí, dentro y fuera del ruedo», declara.
Prueba de ello son sus complicados inicios. Su padre, el desaparecido crítico taurino de Abc Vicente Zabala, estaba en contra de la vocación de su hijo. «Es normal. Un padre siempre quiere lo mejor para su hijo y él sabía perfectamente que en esta profesión para estar arriba hay que sufrir y luchar mucho. Luego, cuando se llega a lo más alto, es diferente. Pero eso es complicadísimo. Además, mi padre no era para nada ajeno a esa parte turbia de la fiesta en la que existen novilleros que han de pagar por torear», afirma.
La primera vez que se enfrentó a una becerra tuvo que ser a hurtadillas. En la parte seria del espectáculo cómico del Bombero Torero, De la Serna probó y sintió aquello de lo que tanto y tan prolijamente había estado escuchando hablar durante toda su vida. «Fue el 15 de agosto de 1993 en Chichón», recuerda con la agridulce precisión que se memoriza un pecado inconfesable.
«Sé que es una apuesta fuerte. Mi bagaje novilleril es corto. Sin embargo, creo que he demostrado cualidades suficientes en los 18 festejos que llevo para figurar en San Isidro», dice con aplomo. Acto seguido pasa a relatar sus logros con la intención de borrar suspicacias: «Por donde he ido pasando -Castellón, Valencia y, sobre todo, Colmenar Viejo- he ido recibiendo buenas críticas». Este año, han sido las plazas de Sotillo de La Adrada (Ávila), Zaragoza y Pegalajar (Jaen), donde se ha ido curtiendo para la esperada cita en San Isidro. En su particular cofre de recuerdos ya inovidables: una miurada debidamente desorejada. «Hay más. Pero prefiero contarlo cuando pase por Las Ventas. Confío que esa tarde [por hoy] sea para no olvidar nunca», comenta.
Por lo demás, este licenciado en Periodismo (también aquí la tradición se impone) se muestra convencido de haber asistido a la mejor escuela posible. «Nunca he pisado una escuela de tauromaquia. Creo que esto está bien para aquellos que no tengan oportunidad de lidiar becerras. De hecho, son necesarias. Yo», continúa en referencia a la familia, «siempre he dispuesto de facilidades para participar en tientas por cuestiones evidentes», afirma.
- ¿Cómo reaccionas a las críticas adversas?
- Yo soy el mayor crítico conmigo mismo.
LA CORRIDA DE HOY
Plaza de Las Ventas.
21ª corrida de abono.
Novillos de El Torreón, propiedad de Felipe Lafita, de la finca El Torreón, en Santa Cruz de la Sierra (Cáceres). Divisa amarilla y grana. Antigüedad, 14 de agosto de 1966.
Matadores: López Chaves, Víctor de la Serna —de Madrid, nuevo en esta plaza— y Miguel Abellán.
A las siete de la tarde.
Babelia
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