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Los comunistas inician un difícil proceso parlamentario para destituir a Yeltsin

Los mismos mineros que en 1989 le ayudaron a auparse hasta el poder contra el languideciente poder soviético, tienen ahora a Borís Yeltsin, ya que no ante las cuerdas, sí en posición comprometida. Mientras la oposición comunista iniciaba en Moscú el proceso para someter al presidente a un juicio político destinado a expulsarle del Kremlin, los mineros del carbón, desesperados porque llevan varios meses sin cobrar sus salarios, han emprendido una huelga casi revolucionaria que, con el bloqueo del Transiberiano y otras vías férreas, ha cortado Rusia en dos.Los comunistas y sus aliados de izquierda, mayoritarios en la Duma, reunieron ayer al menos 177 firmas en apoyo de un texto de 12 páginas con el que abren el camino para enjuiciar a Yeltsin y tomarse la revancha de la vergonzante derrota que sufrieron el pasado abril cuando tuvieron que aceptar al candidato a primer ministro impuesto por el presidente: el joven tecnócrata Serguéi Kiriyenko.

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El intento tiene escasas, por no decir nulas, posibilidades de prosperar, pero eso no ha disuadido al líder comunista, Guennadi Ziugánov. En el documento presentado ayer se acusa a Yeltsin de ser el máximo responsable de todos los males que aquejan a Rusia. Entre los efectos de esos «graves crímenes» figuran el descenso de la producción industrial en más del 50%, el generalizado impago de salarios a decenas de millones de trabajadores en todo el país, la disminución aterradora del nivel de vida de la población, la situación por debajo del límite de la pobreza de más de 30 millones de personas, el abismo que separa a la minoría beneficiada de la reforma del conjunto de la población, el descenso de la esperanza de vida, la ruptura de la Unión Soviética en 1991 y la disolución en 1993 de un Parlamento cuya sede no dudó en bombardear.

«Todos estos crímenes», concluye el texto, «cometidos delante de la nación entera proporcionan motivos de sobra para expulsar a Yeltsin de su puesto de acuerdo con la Constitución».

Estos días, al presidente ruso le crecen los enanos. La huelga de los mineros ha venido a unirse a turbulencias financieras que hicieron caer la bolsa un 30% en una semana y obligaron a subir los tipos de interés al 50% para defender el rublo. Pero su motivo de preocupación más inmediato está en las cuencas carboníferas, sobre todo la de Pechora (en el Ártico), la de Kuzbass (en el corazón de Siberia) y la del Don (cerca del Cáucaso).

Condiciones infrahumanas

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En todas estas zonas, los mineros, hartos de trabajar en condiciones infrahumanas que provocan numerosos accidentes y, sobre todo, furiosos hasta la exasperación por no recibir sus salarios a tiempo, han cortado diversas líneas férreas, entre ellas el mítico Transiberiano, que atraviesa dos continentes y une los extremos occidental y oriental del país. Más de 120 trenes de pasajeros y 296 de mercancía están paralizados.En Kémerovo, donde se halla Kuzbass, el gobernador ha decretado el estado de emergencia. Kiriyenko negó ayer que el Gobierno tenga intención de recurrir a la fuerza para doblegar a los huelguistas. Más bien intenta aplacarlos y reunir el dinero imprescindible para pagar los atrasos en los pozos estatales, una minoría. Dos de los tres viceprimeros ministros, Borís Nemtsov y Oleg Sisúyev, han suspendido viajes al extranjero para actuar de bomberos en los principales focos de la protesta.

A la protesta se han sumado profesores, médicos y otros empleados estatales, víctimas también del impago de los atrasos salariales. Varios miles de ellos llevaron su descontento ante la Casa Blanca, la sede del Gobierno.

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