Madera de torero
Hubo en la plaza un torero y se llamó Miguel Abellán. Un torero maduro, valiente y artista por los cuatro costados que emocionó a la Maestranza con una sorprendente hambre de triunfo, una valentía imperturbable y unos cimientos estéticos del más puro clasicismo. Maneja con un gusto exquisito el capote y la muleta, torea con ceñimiento y liga los muletazos con pasmosa facilidad. Su primero era muy flojo, pero Abellán aprovechó sus dóciles embestidas con un toreo garboso con la mano derecha. Faltó la emoción de la bravura, pero había un torero, y eso se nota con rapidez.
El clamor llegó en el sexto. Lo recibió a porta gayola con dos largas cambiadas y ajustadas verónicas que remató con un pase de pecho que levantó a los tendidos e hizo sonar la música. Compitió con. El Pireo en unas espectaculares chicuelinas, y la plaza hervía cuando tomó la muleta. Pero la esperanza se tomó en decepción; no hubo triunfo grande porque no se acopló con un toro encastado que exigía una serenidad de la que careció Abellán. Consiguió buenos muletazos, siempre por el lado derecho, pero perdió dos veces la muleta y, al final, se rompió el encanto de un triunfo que estaba cantado. Quedó, sin embargo, la emoción de un torero valiente y artista.
Torrestrella / El Pireo, Iniesta, Abellán
EE UU, 1980 (93 m.). Dir.: Paul Krasny. Int.: Richard Crenna, Eli Wallach, Mel Ferrer.
Novillos de Torrestrella, (dos devueltos), inválidos, excepto el 6°, bravo
1º, sobrero del hierro titular, flojo y manso; 2°, sobrero de Joaquín Barral, manso.
El Pireo: ovación en los dos
José Antonio Iniesta: silencio en ambos. Miguel Abellán: oreja y vuelta al ruedo.
Plaza de la Maestranza, 17 de mayo
Novillada de abono. Media entrada.
Miguel Abellán fue el contrapunto de una tarde que se precipitaba por la ladera del aburrimiento. Saltó el primer novillo y le olía el aliento una barbaridad. Tanto es así que acudió al capote de El Pireo haciendo un esfuerzo titánico por mantenerse en pie. El presidente sacó el pañuelo verde y ordenó que el borracho pasara a manos de la autoridad matarife. Salió el segundo, que quiso guardar las apariencias pero no podía con su alma y siguió el mismo camino. El tercero, más comedido, sólo había tomado refresco, pero el cuarto, tan parrandista como los dos primeros, todo lo veía doble y sólo quería que lo dejaran dormir. Salió el quinto y enmendó la plana porque sólo era soso, y resultó bravo y encastado.
El primer sobrero tenía las fuerzas muy justas y se arrinconó en la puerta de chiqueros. El Pireo demostró preocupantes lagunas en su conocimiento de terrenos y querencias. El cuarto era un beodo y el Pireo volvió a estar pesado y vulgar ante un moribundo.
El segundo sobrero era manso y difícil. Era un novillo para que un novillero valiente le hubiera plantado cara en esta plaza. Pero Iniesta es un joven de hoy y sabe que casi nadie se la juega ni por casualidad. Desistió muy pronto, montó la espada, cobró un bajonazo de época y se quedó tan pancho. En el otro perdió los papeles, quedó desarmado en dos ocasiones y no supo acoplarse a la embestida.
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