Viaje a ninguna parte

Tras un nuevo y terrible crimen de la banda terrorista ETA, en macabra rutina, no nos queda más que expresar nuestra enérgica repulsa y condena, así como nuestra profunda tristeza por el dolor que en estos momentos invade a familiares y amigos de la víctima, y por la pérdida de una persona cuyo único pecado ha sido defender de forma valiente y clara sus ideas.No puede uno dejar de preguntarse qué pensarán de esta bárbara estrategia aquellos a quienes estos asesinos dicen representar: los vascos que tienen como ideal y máximo objetivo la transformación del marco político actualmente existente en Euskadi, lo que, dicho sea de paso, me parece un objetivo tan respetable como cualquier otro en política, sin perjuicio de que todo nacionalismo exacerbado y excluyente me resulte castrante y retrógrado. Sin embargo, adoptando la óptica de aquellos que comparten este ideal, se me antoja aún más clara y evidente la siguiente reflexión: hoy día, lo que verdaderamente impide que la sociedad vasca reflexione, debata y, en definitiva, se manifieste libremente sobre qué modelo de convivencia y qué marco político desea para el futuro no es el Estado español, son los asesinatos de ETA. Cada asesinato es un paso atrás con respecto a su objetivo y, a la larga, en lugar de debilitar, fortalece al nacionalismo antagónico.

¿Se habrán dejado los dirigentes de ETA el cerebro en el mismo olvidado rincón en que abandonaron los escrúpulos y el respeto a la vida humana? Paradójicamente, ellos, que son el tapón de la botella, justifican su barbarie en que, para que pueda salir el contenido de ésta, es necesario romperla.

¿Habrá alguien en su entorno y de su confianza, a quien no puedan considerar un enemigo, con el valor de decirles claramente que su estrategia es, además de desoladora, estéril; que están hipotecando el futuro de su pueblo; que una rectificación no es una derrota, sino que puede ser una victoria; que deben quitar de una vez el tapón y dejar correr libremente en Euskadi el río de la tolerancia y de la democracia, que es de un caudal incontenible?

¿O será que ni quieren saber lo que los vascos opinan, ni les importa; que, después de tantos años, necesitan mantener como cruzada lo que no es ya más que un viaje a ninguna parte cuyo peaje son las vidas de tantos inocentes?- .