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La sola Solanilla

,Las calles de La Solanilla seguirán semiabandonadas. El Gobierno de Aragón declaró ayer desierto el concurso que había convocado para repoblar esa localidad de la comarca de La Guarguera (Huesca). Se frustra así su proyecto de rehabilitarlo y de dar vivienda allí a los miembros del colectivo Colores, un centenar de titiriteros y saltimbanquis okupas que en 1996 entró ilegalmente en las casas vacías de Sasé (de donde fueron desalojados por la Guardia Civil en dos tandas: en Semana Santa y el pasado 5 de mayo). Pero al final las propuestas de Colores -el único colectivo que se presentó al concurso de La Solanilla- no se han admitido. El pueblo también ha sido declarado desierto.En octubre de 1997, el juzgado de Boltaña ordenó el desalojo de Sasé. A partir de esa fecha, los okupas se instalaron en tiendas en Boltaña, intentaron volver a Sasé, se manifestaron en Zaragoza y llegaron a encerrarse en la Consejería de Economía.

Sasé es uno de los casi 200 pueblos semiderruidos y abandonados de Huesca. Ahora es propiedad del Gobierno de Aragón. De difícil acceso (12 kilómetros en un todoterreno se recorren en tres cuartos de hora) se llega a él por un sendero donde es fácil ver sarrios, perdices o jabalíes. El acceso bordea la montaña por la que caen las torrenteras del deshielo. Los esqueletos de otros pueblos abandonados, como Muro, se encaraman en los riscos y asoman entre los árboles. A Sasé se le reconoce por el montón de escombros de hormigón que dificulta la entrada en coche y por las casas tapiadas tras el desalojo. Allí sólo quedaban ya dos resistentes (desalojados el 5 de mayo); y en la torre de la iglesia, hecha jirones, la pancarta de la okupación. Ninguno de los dos habitantes, uno de Zaragoza y otro de Guadalajara, aclararon a EL PAÍS hace unas semanas si son miembros del colectivo Colores, y la palabra okupa no parece sugerirles nada.

«Vinimos aquí, la gente nos miraba con recelo, pero si nos hubiesen dejado tranquilos creo que a los paisanos les habría gustado saber que hacíamos pan, artesanía o que había niños jugando en la plaza». Y enseñaba la «restauración» que quedó a medias. Desescombros, plásticos en las ventanas, alguna viga apuntalando suelos en las pocas casas que quedan con techo. Poco más. La cocina, la escuela, el tugurio. Dependencias en las que se hacía vida en común y donde las perchas repletas de chubasqueros y gorros recuerdan la presencia de Colores. Aquel centenar de mujeres, niños y jóvenes aterrizó en el valle de La Solana y despertó recelos desde el principio. Lo hizo en una zona que se extiende entre Boltaña y Fiscal y que convive sin problemas con la vecina comunidad budista que ha instalado en Panillo su particular Tíbet; o con los miembros del colectivo Artiborain que llegaron hace una década y que tienen concedidos tres pueblos para rehabilitar. Pero Colores era otra cosa. «No sé, tal vez nuestro aspecto; pero desconfiaban. No nos metíamos con nadie». Ramón Laplana, alcalde socialista de La Fueva, da la respuesta: «Queremos colectivos (para otorgarles las casas) que se instalen con un proyecto y un plan para vivir, no una colección de okupas que ni tienen proyecto ni van a quedarse».

A primeros de abril, los servicios de Medio Ambiente de la Diputación General de Aragón buscaron durante 20 días a algún responsable de Colores para comunicarles que podían trasladarse al núcleo abandonado de La Solanilla. El diputado de Izquierda Unida Miguel Ángel Fustero no ocultó su enfado. Les había apoyado y ahora no daban señales de vida.

Colores se había presentado al concurso convocado el 18 de enero para rehabilitar el pueblo, pero desde entonces nada se supo de su paradero. Aparecieron por fin la semana de Pascua. Y ahora se han quedado sin la concesión.

De momento, unas diez personas de Colores se han instalado ilegalmente en La Solanilla. Tienen como vecinos en el mismo valle a las gentes del grupo Artiborain, que han rehabilitado Aineto, Aibort y Artosilla. Los de Colores seguirán siendo nómadas.

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