El Womad 98 demuestra la vitalidad de la cultura global
, La música haitiana del grupo Boukman Eksperyans puso anoche, en la plaza Mayor de Cáceres, punto final al Womad 98. El fuerte chaparrón que castigó al grupo caribeño no logró desanimar al público de este festival, que comenzó el viernes, por séptimo año consecutivo, en la zona monumental de la capital extremeña, y que ha estado marcado por la ausencia de figuras de relumbrón. El cartel del Womad 98 apostaba por el futuro, proponían un buen plantel de artistas a descubrir y se acercaba así a la intención con la que el Womad nació hace 15 años. En este sentido, el resultado de este año es más que positivo.Van Morrison, Papa Wemba o Juan Perro han iluminado ediciones anteriores, y en ésta, sólo Luis Pastor, Las Hijas del Sol o el indio Trilok Gurtu eran en principio conocidos. Por eso resultó sorprendente cómo el sábado y el domingo la plaza Mayor saltaba con las emocionantes canciones de Maryam Mursal, la cantante somalí que ha vivido el horror de la guerra civil de su país, del que salió andando con sus cinco hijos cruzando Kenia y Etiopía. Sorprendía cómo los escoceses Peatbog Faeries, ataviados con sus faldas típicas, mezclaban gaitas tradicionales con tecnología punta digital. O como Lo'jo Band, la agrupación creada en Francia entre marroquíes, caribeños y franceses, se dedicaban durante dos días a hacer sonar el son con ecos árabes, rock and roll con ritmos afrocubanos o rumba con toque francés.
Los leoneses Café Quijano, aunque desentonaban en un festival así, tuvieron la complicidad de una plaza entregada. A cambio, novedad: muchos grupos extremeños mostraron otros caminos del flamenco (Los Verdinos, Flamen-soul, Tarajai's Band o Jóvenes Flamencos por Tangos y Jaleos).
Hay quienes quieren sacar de la hermosa zona monumental cacereña este encuentro con la cultura de la aldea global, para llevarlo a un descampado en las afueras. No sería lo mismo, pero lo pueden conseguir. Basta que las autoridades municipales sigan mostrando la desidia de estos días a la hora de eliminar las ingentes cantidades de desperdicios que generan 50.000 personas que invaden por tres días una pequeña ciudad.
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