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La "moda Arellano" se consolida con una antológica de 75 obras del pintor de las flores

Pérez Sánchez limpia el mercado de imitaciones del artista y rechaza los simbolismos

La obra de Juan de Arellano (1614-1676), considerado el mejor pintor de flores de la historia de la pintura española, se identifica con una actual vuelta al barroquismo y el adorno sensual, según la interpretación de Alfonso E. Pérez Sánchez, ex director del Museo del Prado, comisario de la primera antológica del artista. El montaje de 75 cuadros de todas las épocas de Arellano, procedentes de museos y colecciones particulares, se presentó ayer en la sala de las Alhajas, de Madrid (plaza de San Martín, 1), de la Fundación Caja Madrid, donde permanecerá abierto hasta el 28 de junio.

La antológica consagra la moda Arellano, que en los últimos años se ha disparado en el mercado del arte. Pérez Sánchez sitúa en 1983 el interés internacional sobre el pintor barroco, con la exposición que organizó el Museo del Prado sobre bodegones y flores del siglo XVII a Goya, en la Biblioteca Nacional de Madrid. «Desde entonces se puso de moda y enlaza muy bien con la ostentación de la sociedad actual, que busca un nuevo barroquismo al rodearse de cosas gratas y decorativas».En la misma exposición se presentan dos cuadros adquiridos recientemente por Caja Madrid en una subasta y otro de un particular comprado por 130 millones de pesetas en una subasta de Nueva York. Pérez Sánchez, que ha preparado exposiciones basadas en colecciones de particulares -como la que presenta hoy sobre El Greco, conocido y redescubierto, en la sala de la Fundación Central Hispano, de Madrid- señala que, además de las obligaciones legales sobre el patrimonio, se vuelve a comprar obras de arte y algunas regresan del extranjero.

La intención de la exposición es convertirse en un punto de referencia, por las obras que se han reunido y por los ensayos del catálogo, según Alfredo Pérez de Armiñán, gerente de la Fundación Caja Madrid, y el propio comisario, que propuso el estudio de Arellano tras la ausencia de monografías sobre artistas de bodegones. Pérez Sánchez se convenció de esta necesidad tras montar en Valencia sobre Tomás Yepes.

El montaje y el catálogo demuestran qué es Arellano y que no es Arellano, ya que el artista tiene una producción de unas 200 obras realizadas en su taller, en una familia llena de pintores -«pintaba hasta el gato», dijo el comisario-, como sus hijos José y Manuel y su yerno Bartolomé Pérez. El éxito de Arellano está en los museos y en el mercado, donde proliferan las firmas falsas y las atribuciones. Pérez Sánchez señala que todos los cuadros de la exposición están firmados por Arellano, salvo dos de tema religioso, de la parroquia de San Torcuato de Santorcaz, en la provincia de Madrid, donados por el artista, por lo que el contraste con la calidad de las piezas podrá determinar la autenticidad.

Plantas identificadas

Para enfrentarse a Juan de Arellano, el comisario incorporó los estudios que desde hace años realiza Mercedes Agulló, ex directora del Museo Municipal de Madrid, sobre todo en documentos biográficos. En el catálogo aparece su estudio sobre la familia de pintores, así como el ensayo de María José López Terrada, de la Universidad de Valencia, sobre las plantas ornamentales en la obra de Arellano, con la lista de 73 plantas identificadas y las especies botánicas representadas en los floreros.Pérez Sánchez considera que se ha evitado el riesgo de la monotonía en la presentación de los cuadros de flores al encontrarse una unidad basada en «la capacidad creativa y la riqueza de la variedad», al identificarse floreros de bronce, cristal y cerámica, guirnaldas decorativas, orlas con motivos religiosos o profanos, cestillos, ramilletes y flores en el campo. En el recorrido se puede apreciar la «evolución sutil» del artista, con las influencias de los modelos flamencos y romanos y la obra de Daniel Seghers. «Arellano hace una síntesis de los dos modelos y su calidad está al mismo nivel de Seghers, que inventa el género». El montaje se ha realizado de forma cronológica, con obras desde 1647 hasta las últimas de 1671. En la primera planta se han situado las de mayor formato, y dentro de un «estilo rígido» hay variedad de composiciones, ya que junto a las flores aparecen caracoles, mariposas, saltamontes y otros insectos, que figuran tanto en sus primeros cuadros como en los últimos.

Afirma que no se sostienen las interpretaciones simbolistas de los conjuntos de flores, más allá de la significación e identidad de algunas de ellas. «En pleno triunfo del barroco, las decoraciones más ricas se incorporan a la decoración doméstica, tanto en casas particulares como en iglesias». Las pinturas de flores eran «un género menor, con un precio bajísimo, de pocos reales, que se distribuían en palacios, muy del gusto de la burguesía».

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