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Fanny Rubio califica de «erotismo casi místico» su novela "El Dios dormido"

Miguel Ángel Villena

Es la historia de amor entre María Magdalena y Jesús de Nazaret. La escritora Fanny Rubio (Linares, Jaén, 1949) ha invertido una década de trabajo en novelar un episodio teñido de religiosidad y erotismo a un tiempo. «Se trata», comentó ayer la autora, «de un amor hasta el límite, hipersexual, que se traslada a lo simbólico. Mi novela refleja un erotismo casi místico que no sigue las modas de los movimientos genitalistas ni gimnásticos». Para escribir El Dios dormido (Alfaguara) Fanny Rubio se ha inspirado en santa Teresa de Jesús o en san Juan de la Cruz, pero sobre todo ha indagado en el personaje de María Magdalena o Miriam de Betaria, su verdadero nombre. El editor Juan Cruz señaló que El Dios dormido reúne «todas las obsesiones personales de la autora en sus facetas de lírica, narradora e investigadora». El responsable editorial añadió que, pese a la erudición de la obra, «el lector entrará en ella porque Fanny Rubio es una maestra del relato».

La escritora comentó que había pretendido rendir un homenaje a las palabras, «un centro de gravedad capaz de romper matrimonios, declarar guerras o sanar a la gente». Construida en el tiempo de dos días y tres noches que transcurren entre la muerte y la resurrección de Jesús, la novelista jienense ha querido hacer verosímil un personaje tan legendario y rodeado de misterio como el de María Magdalena.

Cuerpo, aromas y perfumes

Rubio subrayó como «la principal transgresión» de su última novela la aparición de «mucho cuerpo, aromas y perfumes» en la relación amorosa de los dos personajes de la tradición cristiana. En la línea de su elogio de la palabra escuchada, la novelista destacó que siempre había imaginado que el oído de su historia debía ser el de María Magdalena y «la voz sólo podía ser la de un Dios». Tras recalcar que se había dejado llevar, durante 10 años de elaboración de la novela, por el personaje de María Magdalena, la autora de El Dios dormido indicó que la figura de Jesús no le había interesado tanto, pese a haber descubierto una visión orientalizada de su vida.

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