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Carta abierta al señor Aznar

Josep Borrell

Su proyecto de reforma del IRPF y el cambio en la tributación de las plusvalías que propiciaron nada más llegar al poder van a tener hondas repercusiones sobre nuestra sociedad. Ambos implican una transformación radical de un impuesto clave dentro del sistema impositivo y una disminución estructural de los ingresos públicos en torno al 1% del PIB. Usted nos promete que su reforma fiscal aumentará el ahorro, creará más empleo y nos acercará a Europa. Argumentos de universal aceptación tras los cuales se puede esconder cualquier barbaridad. Pero, más bien al contrario, lo que cabe esperar es que su reforma reduzca el ahorro, no cree empleo y nos aleje de Europa.

Desde el Partido Socialista vamos a exponer a la opinión pública las razones por las que creemos que no son válidos los argumentos con que envuelve su reforma. Se refugian en ellos porque no se atreverán a admitir abiertamente cuál es su verdadero objetivo, aligerar la carga fiscal de las capas sociales de rentas altas y medio-altas, y sobre todo las rentas del capital, que constituyen el núcleo de su apoyo político.

Permítame, señor Aznar, que a través de esta carta abierta exponga mis argumentos contra su proyecto, que en mi opinión:

1. No aumentará el ahorro, lo reducirá.

Desde su partido y desde otros de la derecha, nos han repetido hasta la saciedad que esta reforma es muy necesaria para aumentar el ahorro del país. Se trata de un argumento viejo que ya manejaban ustedes en la etapa en que me correspondió estar al frente de la Secretaría de Estado de Hacienda, por eso lo conozco bien. Lo utilizaban también sus antepasados de Alianza Popular para oponerse sistemáticamente a cualquier aumento de los ingresos públicos buscado por los socialistas, que, al llegar al Gobierno en 1982, nos encontramos con unos recursos fiscales a una distancia abismal de la media europea, inferior a la de Estados Unidos, propia de un país tercermundista.

A los españoles no expertos en economía, que, obviamente, son la mayoría, su argumento tal vez les pueda convencer. Puede pensar, en primera aproximación, que si las familias españolas tienen que pagar menos impuestos podrán ahorrar más para un mismo nivel de renta y de gasto.

Pero el ahorro del país no es sólo el de las familias. Se compone también del ahorro de las empresas y de las Administraciones Públicas. Lo que importa, por tanto, es saber cómo va a afectar la reforma a la suma de esos tres componentes.

Por definición, el ahorro de las Administraciones Públicas, como el de los demás agentes económicos, es la diferencia entre su renta disponible y su consumo. Según sus cálculos, la reforma va a suponer una reducción inicial de la recaudación de 600.000 millones de pesetas. Nos dicen también que, al final, su coste podrá ser inferior debido al aumento de recaudación derivado de la reactivación económica y la disminución del fraude fiscal que esperan conseguir; pero eso es el cuento de la lechera. Por tanto, si sus cálculos son correctos, la renta disponible de las Administraciones Públicas va a disminuir en 600.000 millones de pesetas porque nos han asegurado que no tienen la intención de aumentar ningún otro impuesto para compensar la caída de la recaudación, ni disminuir los gastos públicos de educación, sanidad o de otro tipo, y si es así, su reforma reducirá el ahorro de las Administraciones Públicas en 600.000 millones de pesetas de forma inaceptable.

El ahorro de las familias, sin embargo, aumentará. Pero lo normal será que lo haga en cantidad mucho menor que la disminución del ahorro público, de modo que, en conjunto, el ahorro nacional experimentará un insensible descenso. Aunque las familias cuenten con 600.000 millones de renta disponible adicional, sólo van a ahorrar una parte de esa cantidad. El resto, en una proporción desconocida pero previsiblemente alta, lo dedicarán a aumentar su consumo.

Las familias de rentas más bajas con toda probabilidad consumirán toda la renta adicional de que dispongan. Aunque como usted sólo les rebaja los impuestos la astronómica cantidad de 84 pesetas al mes, tampoco lo notarían mucho. En cambio, las rentas muy altas, que poseen una capacidad de ahorro mucho mayor, y a las que usted hace un regalo fiscal del orden de 70.000 pesetas al mes, consumirán una proporción menor de su renta adicional. Pero, en términos absolutos, el aumento de su consumo será muy superior al de las familias más modestas.

Por estas razones, señor Aznar, aunque ustedes aseguran que la reforma aumentará el ahorro del país, va a ocurrir todo lo contrario. Lo que ocurre es que su Gobierno ha elegido un momento para la reforma en que esa caída puede no percibirse con tanta claridad porque la economía atraviesa una fase expansiva que permitirá un intenso crecimiento de los ingresos públicos ocultando temporalmente la caída del ahorro de las Administraciones Públicas. Se diría que su Gobierno, al diseñar esta reforma -y en general toda su estrategia de reducción del déficit público-, prefiriera olvidar algo que la humanidad conoce, señor Aznar, al menos desde la época de los faraones de Egipto: después de estos años de vacas gordas llegarán con toda seguridad las vacas flacas, porque ustedes no han suprimido el carácter cíclico de las economías, y es entonces cuando percibiremos con toda claridad esa caída del ahorro y del déficit público. Y en ese momento, cuando se perciba con claridad la pérdida de recaudación que acarrea esta reforma, si siguen ustedes en el Gobierno, no tendrán otra salida que reducir las prestaciones por desempleo, las pensiones, o un nuevo medicamentazo, puesto que tendrán que respetar la restricción del 3% del PIB impuesta al déficit por el Pacto de Estabilidad. Pero la culpa no será de Europa, señor Aznar, sino de su actual política impositiva.

En lo que se refiere a su preocupación por el ahorro nacional, señor Aznar, tenemos serios motivos para el escepticismo. Del balance de la experiencia que las reformas impositivas han tenido sobre el ahorro nacional, hecho por la OCDE, se desprende que para aumentar el ahorro nacional lo mejor que puede hacer un Gobierno es aumentar el ahorro de las Administraciones Públicas. Ustedes han hecho lo contrario. Si estuvieran realmente preocupados se habrían encargado de garantizar que la reforma fuera como mínimo neutral desde el punto de vista recaudatorio. Pero la suya entraña una fuerte caída.

2. Su reforma no creará empleo: lo destruirá. ¿Cómo podría crear empleo esta reforma? Ustedes utilizan dos argumentos diferentes. Unas veces nos dicen: la reducción de

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impuestos aumentará el ahorro y ello permitirá mayor inversión, y, por tanto -a medio plazo-, habrá mayor crecimiento económico y empleo. Pero ya hemos visto que la reforma no aumentará el ahorro nacional, así que por esta vía no podrá aumentar el empleo. En todo caso ocurrirá lo contrario, disminuirá.

Pero otras veces dicen: la reducción de impuestos aumentará la renta disponible, lo que incentivará el consumo familiar, que, a corto plazo, impulsará la actividad económica y el empleo. Pero ocurre que la reforma entrará en vigor el 1 de enero de 1999, coincidiendo precisamente con el comienzo de la moneda única, y, en ese momento, lo más probable es que, desde el punto de vista macroeconómico, el consumo familiar español no necesite ningún tipo de impulso, sino más bien todo lo contrario.

¿Por qué? Pues porque, aunque la tasa de inflación española es actualmente muy baja, todavía es aproximadamente el doble de la de Francia o Alemania. Y el mantenimiento de un diferencial de inflación representará en el futuro un problema mayor que en el pasado porque, dentro de la Unión Monetaria, la pérdida de competitividad de nuestros productos, como consecuencia de un mayor crecimiento de los costes y los precios en nuestro país, ya no podrá compensarse nunca mediante depreciaciones del tipo de cambio de la peseta.

El problema es aún más grave porque en los próximos meses el actual diferencial de inflación, lejos de reducirse, corre el riesgo de acentuarse. Ésa debe ser la razón por la cual, a menos de nueve meses de la moneda única, el Banco de España se está resistiendo a reducir el tipo de interés oficial para ir aproximándolo al alemán. Si no lo hace tal vez sea porque considera que actualmente la economía está más que sobrada de liquidez, que el consumo familiar crece ya a un ritmo intenso, y que la Bolsa española arde en «llamaradas especulativas», según la expresión del propio gobernador, atizada por sus regresivas políticas fiscales.

Pero el tipo de interés, lo queramos o no, deberá reducirse obligatoriamente cuando comience la Unión Monetaria, añadiendo mayores dosis de riesgo de recalentamiento y de tensiones inflacionarias.

En esas circunstancias, poner a disposición de las familias españolas 600.000 millones de pesetas adicionales en contra de lo que ha sostenido CiU a través de su portavoz de Economía, el señor Homs, para apoyar esta reforma, será precisamente lo contrario de lo que necesitamos para preservar la competitividad y garantizar la sostenibilidad del proceso de creación de empleo. En el Ministerio de Economía, señor Aznar, deben andar un tanto alarmados por esta cuestión; de otra manera no se explica que, mientras todo el resto de su Gobierno y su partido al unísono declaran que el objetivo primordial de la reforma es que paguen menos los asalariados y las rentas más bajas, su secretario de Estado de Economía, el señor Montoro, decida aguarles la fiesta diciéndoles que, el año que viene, a cambio de las mejoras fiscales, ¡deberían renunciar a mejoras salariales!

3. La reforma no nos acercará a Europa, nos alejará de ella.

Usted nos asegura que aspira a que España pueda converger hacia los niveles de bienestar social de los países europeos. Por supuesto, ¿quién no? Pero ¿cómo lo van a hacer? El modelo de sociedad europeo combina un elevado grado de desarrollo económico con el mayor nivel de igualdad de oportunidades y de cohesión social del planeta gracias a que a lo largo de décadas se ha edificado un Estado de bienestar que constituye uno de los mayores avances de la civilización humana. Pero no es gratis. Hay que financiarlo de forma estable a través de impuestos. +

Cuando el PSOE salió del Gobierno, en 1996, la presión fiscal española era todavía la más baja de la Unión Europea. Y con sus reformas la van a situar a niveles cuasi norteamericanos. Dígame, señor Aznar, y, sobre todo, dígale a los españoles, ¿cómo pretende usted financiar los servicios públicos y prestaciones sociales de nivel europeos con la presión fiscal más baja de Occidente? Su reforma nos alejará de Europa, salvo que realmente existan los Reyes Magos.

Creo, señor Aznar, que a estas alturas de su Gobierno empieza ya a resultar patente que el modelo de sociedad que usted propone no es el europeo. Su política fiscal no se parece a la europea, sino a la de Reagan, que, por cierto, también acompañó su reforma del impuesto sobre la renta prometiendo que aumentaría el ahorro, la inversión y el empleo. ¿Sabe lo que le ocurrió? Podría ocurrirle a usted algo parecido y acabar convertido en el mayor keynesiano de la historia española, pero a su pesar, y a destiempo. Con la reforma se produjo un fuerte crecimiento de la renta disponible de los más ricos y se disparó el consumo de automóviles de lujo, la demanda de dúplex y tríplex en Manhattan y de mansiones en las playas de Florida y California, de pintura impresionista francesa, y, mientras tanto, la desigualdad en la distribución de la renta del país alcanzaba los niveles más altos desde el final de la II Guerra Mundial.

Creo que usted pretende hacer algo parecido a lo que hizo la señora Thatcher con el Reino Unido abandonando el modelo europeo para encaminarse hacia el norteamericano. Pero usted se cuida mucho de reconocerlo abiertamente porque la mayoría de la sociedad española no les apoyaría en su deseo. Su estrategia es más bien la de ir poniendo bombas de relojería, como esta reforma, que irán estallando con efectos retardados, minando las bases financieras del Estado de bienestar todavía incipiente que se ha construido en España en la etapa de Gobierno socialista. Por eso todos los progresistas hemos de esforzarnos para evitar que usted vuelva a ganar las próximas elecciones.

José Borrell Fontelles es candidato socialista a la presidencia del Gobierno.

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