La policía británica protege a un pederasta recién excarcelado contra las amenazas de linchamiento
El retorno a la comunidad de los pederastas que han cumplido la condena impuesta por el juez se ha convertido en uno de los más delicados problemas sociales del Reino Unido. El último caso es el de Sidney Cooke, excarcelado en Bristol este mes tras pasar nueve años entre rejas por los delitos de abuso sexual y posterior homicidio de un menor de 14 años. Desde entonces, la policía vela por su seguridad dado el creciente número de personas dispuestas a linchar a este anciano de 71 años. El más grave incidente en torno a Cooke ocurrió la noche del jueves. Dejó un saldo de 12 detenciones, 40 agentes policiales heridos y un reguero de daños materiales en un barrio de Bristol, oeste de Inglaterra. Los disturbios se propagan de ciudad en ciudad a la misma velocidad que crecen los rumores sobre el paradero del pederasta: el jueves fue Bristol, Yeovil el día anterior, Londres días atrás.
La intranquilidad de la población -"histeria", según las fuerzas de seguridad- se justifica en un vacío legal que el Gobierno laborista quiere rectificar. Un nuevo proyecto de ley defiende la reclusión en instituciones mentales de los convictos por ofensas sexuales que sigan presentado un riesgo para los menores de edad. Una ley que llegará tarde para remediar el caso de Cooke y que podría atentar contra los derechos humanos de los ex reclusos, de acuerdo a las asociaciones en defensa de la libertad.
Mientras, los manifestantes del sur y oeste de Inglaterra exigen la protección de sus hijos y se niegan a aceptar las palabras conciliatorias de los reponsables policiales. Cooke, un pederasta que supuestamente no ha dado muestras de rehabilitación durante su estancia en la cárcel, pasa de comisaría en comisaría, donde está vigilado las 24 horas de la jornada.
La policía insiste en que Cooke no desea "escapar" y que, de hacerlo, sus movimientos serán controlados. La explicación no satisface a los habitantes de aquellas poblaciones que sospechan de su llegada. Ninguna madre quiere a un peredasta en las cercanías de la escuela de sus hijos.
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