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ADIÓS AL GRAN POETA DEL PENSAMIENTO

La Fundación Octavio Paz acoge las cenizas del escritor

Empieza la disputa por la herencia del premio Nobel, mientras su primera esposa anuncia sus memorias

Juan Jesús Aznárez

Las cenizas de Octavio Paz descansan en la casona donde murió, sede de la fundación que lleva su nombre, y dentro de un año serán depositadas en la Rotonda de los Hombres Ilustres. Sus discípulos renovaban ayer su compromiso con el pensamiento y la obra del maestro, y académicos, literatos y políticos continuaban la disección de la trayectoria de un hombre cuya muerte todavía llora México. Su viuda, Marie Jo, recibía a sus íntimos en su residencia del barrio de Coyoacán. Convaleciente de un infarto, Elena Garro, primera esposa del premio Nobel, no asistió a sus funerales. Dijo no guardarle rencor y que reclamará su parte en la herencia. «Siento pena. Es un gran golpe. No es nada agradable enterarse de la muerte de alguien, y menos de Octavio», comentó.

Interminable la relación de mexicanos sumergidos en la interpretación de la grandeza del poeta, el chileno Gonzalo Rojas, de 80 años, ganador del I Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo, viajó a México para asistir al sepelio. «Pertenece a la dinastía de los que nunca mueren, a la dinastía de Darío, Borges, Vallejo, Huidobro, Neruda y Mistral». El historiador Enrique Krauze, su amigo del alma y discípulo, se propone hacer justicia y combatir el olvido de un pensador difícil de caer de la memoria porque la envergadura de su creación trascenderá la controversia sobre sus apuestas políticas o ideológicas. Pero, lamentablemente, advirtió Krauze, México suele ser desmemoriado con sus mejores hombres. Aunque Paz nunca pudo ser un poeta popular en un país con demasiados pobres y analfabetos, y muchos de los asistentes al velatorio admitían no haberlo leído nunca, los ecos de su obra alcanzaron a todos y todos la enaltecieron pese a haber cruzado armas sobre literatura, filosofía, sobre México o sobre el estalinismo, Cuba y Nicaragua.

Carlos Fuentes, distanciado de Paz, destacó desde Londres su empuje: «Cambió la cara de la literatura mexicana». Para el autor Emmanuel Carballo, fue joven cuando era anciano en el calendario y no hay duda sobre la identidad de su sucesor en la orla de próceres, en el tutelaje de la cultura nacional. «Los genios, como Octavio Paz, son insustituibles, pero ahora el jefe de la literatura mexicana, muerto el rey, viva el rey, es Carlos Fuentes».

Deseos de reconciliación

Fernando Benítez, de la quinta del finado, intimó con Paz en San Francisco, ciudad a la que viajó enviado por su periódico para cubrir informativamente el nacimiento de la Organziación de Naciones Unidas (ONU), aun antes de que terminara la II Guerra Mundial. Octavio Paz trabajaba en el consulado mexicano y le decía al enviado especial: «Déjame escribir un poco. Yo tengo mis ideas sobre este evento». Benítez lamenta el distanciamiento de Paz y Fuentes, en tiempos amigos íntimos. Lo causó un duro artículo de Krauze en la revista Vuelta sobre la calidad literaria de Fuentes, quien adivinó la influencia en esa crítica de Octavio Paz, director de la publicación. Benítez acudió a una tertulia a la que también había sido invitado Paz. «Yo estaba sentado muy lejos de su grupo y me mandó llamar. Me dijo casi en secreto: "Me pesa mucho el distanciamiento con Carlos Fuentes y esta pena la llevaré hasta mi muerte". Fuentes, por su parte, también estaba dispuesto a reconciliarse, pero por desgracia ha muerto Octavio sin que se realizaran los deseos de ambos». Los mexicanos velaron su cadáver en el Palacio de Bellas Artes y lo más granado de su intelectualidad, afines u oponentes de Paz, formaron junto al fétero o coincidieron en el acto funerario. Habló primero Enrique Krauze, después Gonzalo Rojas y el presidente, Ernesto Zedillo, intervino para evocar el talento y espíritu indagador e inquieto del desaparecido. «Sirvió a México, y mucho, con su ejemplo de valor y crítica al poder público». Antes de que el ataúd saliera de Bellas Artes hacia el Panteón Español, donde fue incinerado, la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México ejecutó el himno nacional y concluía al atardecer del lunes el primer homenaje póstumo de sus compatriotas. «¡Viva México! ¡Viva Octavio Paz!», se gritó en las exequias. No asistieron la escritora Elena Garro, ni Helena Paz Garro, quien anunció sus intenciones de reclamar parte de la herencia de Octavio Paz. «Ellos se casaron por bienes mancomunados y yo soy la hija única. Así lo dice el registro civil y no es justo que su concubina se quede con todo lo que hizo mi padre». Helena Paz fue atendida de una crisis nerviosa en un hospital de Cuernavaca. «Anoche (por el lunes) me dio un ataque de locura. Me dejó hecha polvo porque yo le quería mucho».

La primera esposa de Octavio Paz convalece en la ciudad de Cuernavaca, a una hora de la capital, de un infarto de miocardio e insuficiencia renal. Conoció a Paz en la Universidad, y a los cuatro años se casaron. La convivencia duró 30 años.

«A pesar de lo que sucedió no le guardo ningún rencor y sí afecto. La última vez que lo vi fue hace como un año. Seguramente escribiré algo», dijo Elena Garro, que tras una larga estancia en Francia regresó a México en 1993. Elena Garro, de 81 años, vive con su hija Helena y 18 gatos, y necesita una mascarilla de oxígeno. «Octavio tenía unos 30 años cuando yo lo llamaba centurión romano porque llegaba a casa pisando fuerte. Era muy inteligente. Su cabeza siempre estaba pensando. No dejaba de pensar un minuto». Elena Garro recuerda que pleitos personales apenas los hubo en su matrimonio; sólo discusiones literarias o políticas. «Ya está con Dios, y allá con él nos volveremos a encontrar».

Su hija, que quiso vender cartas antiguas de amor de los esposos, declaró sentirse mal «porque en los últimos cinco años», afirmó, «intenté despedirme de mi padre y nunca lo logré. Mi deseo era pedirle perdón y tenerlo antes de morir». Según ella, acabó ganándose el «odio» de su padre después de que él abandonara el hogar. «Busqué refugio en mi madre, de ahí surgió el odio (...) Él siempre me mostró ante todos como una tonta».

Homenaje de Vargas Llosa

(Mario Vargas Llosa leyó ayer fragmentos de algunas de sus obras en una velada organizada en el Parlamento alemán bajo los auspicios del ministro de Asuntos Exteriores, Klaus Kinkel, informa Pilar Bonet. Vargas Llosa dedicó a Octavio Paz la velada y le calificó como «un maestro y un amigo». Admitió que había tenido diferencias políticas con Paz pero dijo que las coincidencias eran mayores. Dijo que ambos tenían distintas apreciaciones sobre el Gobierno mexicano del PRI y que Paz había sido más optimista que él sobre las posibilidades del PRI de evolucionar a posturas más democráticas, «algo en lo que yo he sido siembre bastante escéptico». También admitió que había habido diferencias literarias pero aseguró que la amistad y respeto mutuo con Paz no se rompió nunca. Paz, según dijo Vargas Llosa, demostró que se podía ser «argentino, peruano o mexicano sin ser nacionalista ni regionalista»).

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