Después del euro, ¿qué?
Todos estuvieron de acuerdo ayer en Barcelona, en la sustanciosa jornada del Círculo de Economía: el curo a palo seco no resolverá todos los problemas pendientes de la economía europea, y por tanto española. Debe acompañarse de reformas.¿Cuáles? Este es el gran asunto pendiente de la política económica, al que cada uno pone su acento. Aznar quiso redescubrir, en lenguaje neonacionalista español, las ventajas de un enfoque "de cuño liberal", que desarrolle la reforma laboral (contratos a tiempo parcial) y administrativa. Para Pujol, éste sí, europeo de la primera hora, a medio camino entre la democracia cristiana y el liberalismo, las prioridades son la reforma laboral (reparto flexible del trabajo), la fiscal y el retoque del Estado del bienestar (favoreciendo a los necesitados en detrimento de la universalidad).
Para Miguel Boyer, lo esencial es reducir el gasto público y controlar los costes laborales unitarios. El profesor Antón Costas, el más novedoso, subrayó que lo urgente no es otra reforma laboral, sino seguir liberalizando los mercados de bienes y servicios, siempre que se asegure la competencia y los órganos reguladores de la misma sean in-depen-dien-tes. Que no lo son.
Con variantes, ésta es la panoplia disponible para nuestro futuro inmediato.
Extrañamente, aunque el Círculo logró insuflar -alguna mediocridad obvia al margen- un tono europeo al debate, nadie se preocupó, ni nadie parece preocupado en España, por lo que sucederá hoy en el Ecofín de Luxemburgo. Los ministros de Economía y Finanzas de la UE deben debatir la propuesta del alemán Theo Waigel de que todo margen procedente de un crecimiento superior al esperado, o derivado de una reducción del déficit mayor que la prevista, debe destinarse, sine qua non, a reducir más aprisa el endeudamiento.
Esa propuesta está pensada contra Italia, pero de aprobarse se convertirá en orientación para los Quince, aunque no sea un reglamento vinculante. Si pasa, la actual reforma española del IRPF puede quedar en entredicho: si España dispone de un margen de 375.000 millones de pesetas (cálculo de Hacienda sobre la reducción de impuestos) la ortodoxia waigeliana exige dedicarlos a amortizar deuda y no a rebajar impuestos. ¿Aprobará hoy Rodrigo Rato el plan alemán mientras lo incumple? ¿Se opondrá a él?
Y aunque logre suavizar ése u otros elementos del plan Waigel, ¿resulta oportuna en el escenario político europeo esta reforma española del IRPF cuando se inicia el debate del programa presupuestario plurianual de la UE para el periodo 2000 2006? Alemania reclama ya rebajar su contribución (28% del presupuesto común). España recibe en torno a un billón de pesetas anuales del mismo. Ahora reducirá su presión fiscal (de las menores en la UE) casi en un 40% de ese billón. ¿Entusiasmará a Bonn seguir pagando, y recabando impuestos a su ciudadanía a tal efecto, para que un país subvencionado los rebaje a sus contribuyentes
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