El enfermo de España

A principios de siglo, parece que se hablaba de Turquía como del enfermo europeo; en este fin de siglo, parece que España tiene su enfermo en el País Vasco y todos tienen en su imaginación ideas que pueden ayudar a curar la supuesta enfermedad. No es el caso de esta carta, ya que creo que, si hay solución, tiene que salir de allí y yo no soy de allí (ni, casi, de ningún lado).Sucede, no obstante, que hay un grupo numeroso de escribientes que reprocha a los políticos el haber malgastado un supuesto espíritu de Ermua, de no seguir una supuesta voluntad marcada por la población. Al hilo de esa crítica casi generalizada, opino que, si bien la clase política no es para que esté contenta, los señores-as políticos-as no son peores que la ciudadanía, tomados ambos colectivos en su media. La prueba la tendremos en la próxima elección al Parlamento vasco. Los partidos llamados nacionalistas o patriotas, que optan por la independencia de modo ambiguo o declarado, tendrán su premio en votos de los que se sienten representados por esa ambigüedad o falta de ella (los que no renuncian a seguir tratando al vecino que vota a los que, a su vez, justifican la muerte como elemento de presión). Y lo mismo los demás partidos. Si, como se les acusa, realizan con fines electoralistas sus movimientos o sus críticas a interpretaciones ajenas al citado espíritu de Ermua, es porque hay electores que se identifican con esos movimientos o esas críticas.

Algo parecido sucede en el otro país asombroso (para los que vivimos en la meseta), en Galicia, en que los caciques son respaldados por sus electores votación tras votación. Nos podrá gustar o no cómo son los políticos, pero, insisto, no son peores ni mejores que los ciudadanos. Y si alguno (político o ciudadano) incumple la ley, a él con la ley.-