Poética lectura del tiempo que pasa
El éxito, del que tan necesitado se encontraba desde hace varios meses el Teatro Real, al fin llegó. La zorrita astuta de Janácek se ha convertido (a falta de un título no excesivamente esperanzador) en una de las grandes triunfadoras de la primera temporada del renovado coliseo de la Plaza de Oriente. La otra sería, claro, el Peter Grimes de Britten que puso en pie el Teatro de La Moneda de Bruselas.La paradoja se las trae: dos títulos del siglo XX; en dos idiomas como el checo y el inglés, respectivamente; dos, para un buen sector de aficionados, rarezas. La ópera de la primera mitad de nuestro siglo sale así reivindicada. Le hacía falta, al menos en Madrid. La zorrita... está arropada en su envoltura de idilio forestal, con una partitura sensacional.
La zorrita astuta
De Leos Janácek. Producción del teatro Châtelet de París. Dirección musical: Mark Stringer. Dirección escénica: Nicholas Hytner y Jean-Claude Gallotta. Coreografía: Jean-Claude Gallotta. Con Thomas Allen, Eva Jenis, Richard Novak y, Hana Minutillo. Grupo de ballet Emile Dubois (Grenoble). Orquesta Sinfónica de Madrid. Coro de la Comunidad de Madrid. Escolanía Maîtrise des Hauts-de Seine. Teatro Real, 15 de abril.
Mundo animal
Milan Kundera señala con acierto la nostalgia que desprenden sus pentagramas y la coincidencia del mundo animal con el de los hombres en un mismo tema: el tiempo que huye, la vejez hacia la cual conducen todos los caminos.La premiada producción del Teatro Chatelet de París de 1995 desprende vitalidad. Como en su simbólico Jerjes de Haendel para la English National Opera, Nicholas Hytner, se apoya en unos acusados contrastes cromáticos para favorecer un movimiento en que la danza adquiere un papel determinante. Es una tendencia al alza en los últimos tiempos. Al hechizo de la ópera han sucumbido, afortu- nadamente, coreógrafos como la alemana Pina Bausch y los norteamericanos Mark Morris y Trisha Brown. Sus visiones son en general refrescantes y a veces hasta iluminadoras. Es lo que sucede en esta Zorrita, donde la fantasía se ve impulsada por un dinamismo lleno de sugerencias, y sobre todo, por un sentido de la narración que catapulta los valores específicamente musicales.
Si lo que se ve es una delicia, lo que se escucha es aún más admirable. El reparto vocal es totalmente homogéneo, y si se puede destacar al barítono galés Thomas Allen o a la soprano eslovena Eva Jenis, es más en función de la relevancia de sus papeles que por la realización precisa de sus cometidos.
El trabajo vocal de conjunto es impecable. Hay que subrayar que dentro del masivo porcentaje de cantantes centroeuropeos, garantía de una comprensión estilística, se integraron con habilidad varias voces jóvenes españolas, como Silvia Tro, Victoria Manso o marina Rodríguez-Cusí.
Lirismo
Mark Stringer sacó un aceptable rendimiento de la orquesta sinfónica de Madrid a base de acentuar el lirismo e insistir en la continuidad de la línea melódica. La dinámica no fue brillante y la expresividad se quedó a veces en un tono apagado, pero la deslumbrante orquestación de Janácek se vislumbró con nitidez.La ópera se ofrece sin ninguna pausa entre sus tres actos. Se agradece en una obra tan compacta musicalmente. Con todo ello, la representación funcionó a las mil maravillas, el público se integró en su desarrollo y al final el triunfo fue incuestionable. Es lo que suele ocurrir con las cosas bien hechas. Sin grandes lujos ni oropeles, con un espíritu en que la imaginación desplazaba a la apartosidad, y con un rerparto bien elegido, el nuevo Real vivió una gran noche de ópera. Ojalá no sea un espejismo.
Babelia
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