El euro y su padre
IMPARABLE, AVANZA el largo alumbramiento del euro. El prestigioso Premio Internacional Cataluña fue concedido ayer por la Generalitat a Jacques Delors en lo que constituye algo más que una muestra de reconocimiento a quien, desde la presidencia de la Comisión Europea entre 1985 y 1994, se convirtió en el padre de la criatura. Se premia no sólo el impulso de un individuo, sino el carácter colectivo del esfuerzo y la perseverancia en el camino hacia este fin ahora próximo, que no es sólo producto de milagros de última hora, sino de la suma de voluntades políticas.La última buena noticia para esta Europa llegó ayer de Dinamarca, país que por razones políticas ha optado por no participar en la moneda única, al menos de momento. Su Tribunal Constitucional rechazó que el Tratado de Maastricht, vaya en contra de su norma básica, al ceder soberanía a la UE. El recurso había sido promovido por un grupo antieuropeo de ciudadanos, pero el Constitucional ha dictaminado que éste era un problema político, a resolver entre el Gobierno y el Parlamento. Dinamarca ha evitado una nueva crisis con la UE, tras la que provocó el rechazo por referéndum en junio de 1992 del texto de Maastricht, votación luego rectificada en mayo de 1993. Los daneses han de pronunciarse el 28 de mayo sobre el nuevo Tratado de Amsterdam, y es de esperar que no provoquen un nuevo conflicto.
También el Tribunal Constitucional alemán, el pasado 2 de abril, rechazó aceptar a trámite una demanda de cuatro catedráticos de Economía que consideraban que el euro pone en peligro la estabilidad monetaria. Sin embargo, el Parlamento alemán y el Constitucional en su famosa sentencia de octubre de1993 han situado a Alemania en una posición peculiar, pues se va a convertir en el único país de la UE cuyo Parlamento, los próximos días 23 y 24, va a pronunciarse no sólo sobre su participación en el euro, sino sobre la entrada de los demás países, un juicio que en puridad sólo debiera corresponder al Parlamento Europeo, que celebrará una sesión especial al respecto el 2 de mayo, en medio del fin de semana en que el Consejo Europeo ha de formalizar las decisiones. Detrás de estas exquisiteces jurídicas se encuentra la realidad de una Alemania, que renuncia a un objeto de orgullo nacional -el marco-, no sin reticencias hacia países que considera poco fiables, como Italia. Estas reticencias han surgido ya en el intento del ministro de Finanzas alemán, Theo Waigel, de endurecer las condiciones de entrada y de permanencia en el euro, y pueden de nuevo resurgir en los debates de las dos Cámaras alemanas. No sería deseable que introdujeran nuevas condiciones.
El debate alemán contrasta con el vacío que a este respecto se produce en España. No estaría de más que, además de justos y merecidos premios a los que han impulsado el euro, se produjera también en España el debate en profundidad -en el Parlamento sobre todo- respecto a las consecuencias de nuestra participación en este gran proyecto del cambio de siglo.
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