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El aviso del gobernador

Emilio Ontiveros

No hay banco central que se precie que no tenga en su gobernador al más respetable de los aguafiestas. Alan Greenspan, de la Reserva Federal de EE UU; Hans Tietmeyer, del Bundesbank, o Luis Ángel Rojo, del Banco de España, tienen entre sus funciones esa de retirar el ponche o cambiar su música cuando el guateque está en su mejor momento. Lo hacen directamente o mediante simples advertencias, en ocasiones tan efectivas como las decisiones de endurecimiento monetario que tienen en sus manos.El predicamento de Greenspan es tal que no necesita ser excesivamente explícito. Concede a los fed watchers la posibilidad de descifrar la intensidad de sus preocupaciones escrutando el número de referencias que en sus contadas comparecencias se hacen a términos tan estigmatizados por esa tribu como el ya intransferible de "exuberancia financiera", acuñado hace meses.

"Llamaradas especulativas" es la aportación específica a ese catálogo que ha hecho el gobernador español en su última comparecencia en el Congreso de los Diputados, para describir un comportamiento de nuestro mercado bursátil que poco tiene que envidiar al que determinó hace meses las sentencias greenspanianas. La principal diferencia es el momento en el que se formulan y, en consecuencia, la eficacia que puede atribuírseles.

En condiciones normales, sin el horizonte de transición a la Unión Monetaria Europea como restricción más importante, el propio Luis Angel Rojo no sólo habría advertido de los riesgos de una economía creciendo por encima del 3,5%, con la demanda interna como principal impulso y evidentes tensiones en los componentes más indómitos de nuestra inflación, sino que habría contribuido a atajar los evidentes riesgos que pesan sobre esa euforia que rodea: los mercados de activos financieros denominados en pesetas.

El hecho de que el tipo de interés oficial con el que eche a andar el futuro Banco Central Europeo (BCE) esté más próximo al que actualmente mantiene el Bundesbank (3,30%), obliga a aquellos otros más rezagados como el Banco de España a soportar esa incómoda paradoja consistente en la generación de estímulos monetarios adicionales a plazo fijo. Algo ciertamente peligroso para la preservación de esa estabilidad que tienen como objetivo las actuaciones del banco emisor.

Sobre esas bases, el aviso del gobernador de que tendremos que esperar antes de presenciar un nuevo recorte en el tipo, de interés oficial parece ajustado a la prudencia. La pena es que puede resultar tardío y, en todo caso, no acaba de entenderse por qué ahora y no cuando la intensidad de esas llamaradas ya advertía de los mismos peligros que el martes puso Rojo sobre la mesa de la Comisión de Economía del Congreso.

¿Por qué apenas 20 días después de la última reducción de los tipos de interés, si el índice de precios al consumo (IPC) entonces conocido, en particular sus componentes menos volátiles, ya eran suficientemente explícitos de algunas de las amenazas que ahora se advierten? ¿Será la posición cíclica de la economía, la pulsación de la demanda interna, más propicia dentro de unos meses que ahora?

Con todo, y a pesar de esa prudencia del gobernador, la suerte ya está echada. Diciembre está a la vuelta de la esquina y con él unos tipos de interés que, por primera vez en la historia reciente, quedarán significativamente por debajo del 4%. Los endeudados y los que desplazan sus ahorros hacia destinos aparentemente más rentables lo saben desde hace tiempo.

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