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Primacía de lo político

En el Consejo Europeo del próximo 2 de mayo, con la designación de los 11 países que en base a los informes de la Comisión, del Instituto Económico Europeo y del Bundesbank ya está claro que formarán parte del euro, se dará luz verde al inicio de la tercera fase de la unión económica y monetaria. Conviene subrayar, para contener un triunfalismo fuera de lugar, que se trata de la segunda y última oportunidad de las previstas en el Tratado de Maastricht. En la reunión de Dublín del 13 de diciembre de 1996, el Consejo comprobó que no existía una mayoría de Estados que cumpliesen las condiciones para iniciar la tercera fase, y que, por tanto, en 1998 habría que acudir al procedimiento del artículo 109 j, párrafo 4, del Tratado.Los esfuerzos que en los últimos años se han hecho por todos los Estados miembros para acercarse a los criterios establecidos han puesto de manifiesto una férrea voluntad política de llegar al euro, que ha vuelto a quedar patente en la máxima holgura con que se han interpretado, sobre todo el que se refiere al endeudamiento. Italia y Bélgica duplican el límite fijado, pero también lo superan otros países, entre ellos España. Se ha dicho que lo que importa no es tanto el porcentaje como la tendencia a la baja que muestran los países con un alto endeudamiento, pero, si el criterio es la tendencia, entonces habría que decir que Francia y Alemania, que superan débilmente el índice de endeudamiento permitido, en estos dos últimos años han manifestado una tendencia alcista.

Si señalo estos detalles, no es tanto para poner en solfa el autobombo que se ha dado el Gobierno español por haber pasado la prueba, aunque fuere en el grupo de cola en un examen que ha resultado un coladero, como para dejar constancia de algo que me parece fundamental, a saber, que el euro nace de una decisión política contra todas las objeciones de los economistas, a la cabeza del gremio los norteamericanos, que no se cansaron de subrayar que era imposible que se llegara a una moneda única entre países con economías tan divergentes y que, de lograrse, sería altamente perjudicial para los países menos competitivos. El que siga las publicaciones más recientes respecto al euro en Estados Unidos llegará a la conclusión de que ya, no sólo se lo toma en serio, al haberse convertido en una realidad indiscutible, sino que a mediano plazo se revela "perjudicial" tan sólo para el dólar en su papel, hasta ahora absolutamente dominante, de divisa internacional de intercambio y reserva.

Importa tener muy presente que desde sus comienzos la Europa unida se ha ido haciendo, tanto contra los análisis de los economistas, como con las protestas de nacionalistas y comunistas. Recordemos que Ludwig Erhard, el ministro al que se le atribuye el "milagro alemán", no veía nada claro, dado la diversidad de intereses, cómo podría funcionar un "mercado común". En cambio, Adenauer lo apoyó con una voluntad de hierro por razones políticas, la principal, integrar definitivamente a Alemania en la Europa occidental.

Desde el "mercado común" a la "unión económica y monetaria", Europa ha ido avanzando contra los análisis y los pronósticos de los economistas, empujada por razones políticas, que a veces, al decir de Jean Monnet, se disfrazaban de económicas. En el grado de integración económica alcanzado, a nadie se le escapa que la política desempeña un papel cada vez más primordial en ámbitos que, o bien son claramente políticos -política exterior y de seguridad-, o bien, a pesar de sus connotaciones económicas, sólo cabe plantear políticamente, como la armonización fiscal y la convergencia de las políticas sociales que el euro arrastrará consigo. Europa alcanzará sus metas, si sigue emancipándose de la tutela de los economistas, y lo que vale para Europa, no deja de ser aplicable a los Estados miembros enfrentarse al problema del paro implica en buena parte prestar oídos sordos a los consejos de los economistas y tomar decisiones poco convencionales, que ya llegarán.

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