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Reportaje:

La difícil tarea de hacer un censo en el desierto

Marroquíes y polisarios se acusan de manipular los preparativos del referéndum

El Aaiún no es Rabat, Argel o Nueva York, y menos aún, Houston. Estas son las capitales politicas de la crisis del Sáhara. En la capital de la ex colonia española se palpa la crisis. La hoya, como llaman los viejos saharauis a El Aaiún, está en ebullición. Continuar con la preparación del referéndum como se hace ahora conducirá a enfrentamientos entre las tribus de la región que pueden desembocar en una guerra civil. Llueven las acusaciones mutuas entre Marruecos y el Polisario, y entre los saharauis mismos. Los chiujs (jefes de tribus) que viajan a Tinduf se ven tachados de "vendidos a Marruecos". Los que vienen de allí a El Aaiún son "vendidos a Argelia". El ambiente está electrizado. "Para que el referéndum sea justo, todas las, tribus del Sáhara sin excepción tienen que participar". Ésta es la posición de principio gritada a coro por los chiujs promarroquíes, y difícilmente rebatible, pero complicada de aplicar. "Marruecos nos quiere colar decenas de miles de gentes que no tienen nada que ver con el Sáhara", dice Mohamed Sidati, dirigente del Polisario, presente en El Aaiún como observador. Un auténtico diálogo de sordos. Mohamed el Siddali, médico de El Aaiún, habla en perfecto español: "Esto no tiene solución. Vamos hacia una guerra civil. Sólo España puede arreglarlo". La sociedad tribal sigue latente en el Sáhara. La urbanización rápida de algunas ciudades o los estudios y viajes de saharauis en Europa o América no han bastado para modificar las costumbres nómadas. Y lo que es peor, el rencor y enemistad ancestral entre las tribus resurge. "Hay gran tensión entre las tribus y dentro de cada tribu", dice Mohamed Biadillah, gobernador en Marruecos y her mano del jefe de la seguridad mi litar del Polisario, Brahim Biadillah. "El equilibrio tribal de importancia capital se está rompiendo", añade. "Es posible que pronto estallen razias entre las tribus". Ha habido incidentes en El Aaiún y en Lemseied, pero no han ido a más. En la misma línea abunda el saharaui Glimi Ghailani, gobernador de la antigua Villa Cisneros. "Hay saharauis separatistas y unionistas. Sólo un referéndum limpio puede zanjar la cuestión".La identificación se hace difícil con las tribus que no poseen documentos escritos. Ahí, el testimonio oral de los chiujs es imprescindible. Por desconocimiento, por cálculo político o por "mala fe" según se acusan, muchos candidatos son rechazados. Vi cómo se hacía con la tribu yagut. El cheij polisario rechazó varias mujeres. "Yo no las conozco, no sé quiénes son". Pasó en cambio sin problemas una viejita que llegó en silla de ruedas y que el mismo cheij abrazó cariñosamente. No así una mujer con un bebé a la espalda Y que minutos antes hablaba animadamente con él, entregándole seis paquetes de regalos para que llevara a sus familiares de Tinduf. Son frecuentes las escenas de tensión y otras enternecedoras, sin transición. La gente carga a los polisarios de paquetes y misivas para Tinduf.

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La población está cansada. La de los campamentos y la del territorio. Todos sufren por la división. La herida sangra. "Esto tiene que acabar. Que gane el Polisario o Marruecos, pero que se acabe", habla un saharaui. En el referéndum, si llega a producirse, votará por el Polisario. Pero lo que ahora quiere es que vuelvan los refugiados de Tinduf. Ciento veinte mil. Después ya verá.

La misión de la ONU para el Sáhara (Minurso) es consciente de que la población se siente humillada al pasar la identificación, y trata de que sus simpatías por uno u otro no interfieran en la operación. "Hay un acuerdo firmado, y nosotros nos encargamos de aplicarlo" dicen en la oficina de Robin Kinloch, que dirige la operación. "Marruecos está cometiendo un error al equivocarse de adversario". Muchos jóvenes ansían que llegue el momento del voto. Apoyarán al Polisario. Es normal. Es un voto de castigo. Otra parte de la población elegirá la continuidad. Vive integrada en el sistema, en la marroquinidad. Quiere preservar lo conseguido y teme la fractura que se puede producir. "Nosotros somos saharauis-marroquíes y preferimos vivir en un Estado que nos asegura escuelas, hospitales, comerciar, trabajo y libertad", dice Abderrahman Liebek, que estuvo en el Polisario y hoy es ingeniero en Rabat. "Nuestro problema no es la democracia, ni la independencia; es el pan, el trabajo, la salud".

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