El idioma de Valle
Quieren representar a Valle en castellano en el Centro Dramático Gallego (CDG), hasta ahora dedicado a la producción de obras en la lengua vernácula, y ya se ha levantado un incendio de denuestos y de críticas, porque se considera que el CDG fue creado para potenciar el teatro gallego, y se acusa también de sectarios a los herederos de Valle por no autorizar la versión e interpretación en gallego de ninguna obra dramática de su padre. Al fondo de la polémica, por lo que yo sé y conjeturo, se adivina el radical enfrentamiento que existe entre buena parte de la intelligentsia gallega y la Xunta, que emerge eruptivamente al calor de Valle.En este asunto, como en otros de política idiomática, este país está perdiendo, o así me lo parece, el sentido común. Que la versión gallega sea la condición inexcusable para que Valle pueda representarse en el CDG, resulta de difíciI argumentación. Yo no entro en si los estatutos del CDG, que no conozco, prescriben el gallego como requisito para que una obra dramática suba a su escenario. Tampoco entro en si, en el decurso de la política cultural de la Xunta -caso Gloria Moure-, puede verse la representación en castellano de Valle como una provocación. A lo mejor lo es, y, si es así, sucede a mi juicio que todo ha sido sacado de quicio y estamos en el imperio de la insensatez.
Desde Madrid, desde la humilde atalaya de un castellano hablante del reino de Andalucía, yo digo que Valle fue, por voluntad propia, escritor en lengua castellana, mejor dicho, en lengua española, porque nadie como él metió el gallego -el castellano galaico de los campesinos llenos de arcaísmos- dentro del tuétano del castellano, nadie como él lo agallegó y lo trasfundó todo hasta conseguir una lengua artística asombrosa. Tampoco nadie como él escribió en el español de América (Tirano Banderas) y nadie como él recreó las modalidades vulgares del castellano urbano madrileño (véase, por ejemplo, Luces de bohemia). Por todo eso; consiguió ser así el gran creador de español que ha dado el siglo, el escritor que más modalidades castellanas y no castellanas ha logrado allegar en su escritura, el escritor que más ha escrito en español. El español de México y Centroamérica (Tirano ... ), el español arcaizante y galaico de Galicia, el español peninsular y desgarrado de un Madrid suburbial e impío, suenan, resuenan, cantan y se mueren de amor, crueldad y muerte en una lengua propia, exclusiva, intransferible.
La crítica latinoamericana tiende a considerar a Valle como el primer novelista de su literatura contemporánea. La afirmación dista de ser gratuita: Valle dio una figura arquetípica -el tirano- y una lengua asombrosamente latinoamericana, y por ello mismo radicalmente española. Después vinieron Asturias, Carpentier, García Márquez y Roa Bastos. ¿Por qué esta voluntad de universalidad idiomática tiene que verse domesticada, recluida, encerrada en un ámbito verbal que el autor sin duda conocía y amaba, pero que no fue el suyo porque no quiso? Como no quisieron en su ámbito propio los vascos Baroja y Unamuno -ambos hablaban vascuence- ni el levantino Azorín. Valle no intentó siquiera la aventura bilingüe de Rosalía de Castro, que obedeció a una decisión personal y no puede, supongo, entenderse como un baldón. Traducir a Valle-Inclán al gallego (e interpretarlo) es innecesario más allá del experimento filológico: todos lo entienden allí en español -digámoslo así-, y seguramente en algunas de sus obras -entre ellas El embrujado, que es una de las que se representarán en el CDG- con mayor acuidad que en otros territorios de España.
El sentido común es cada vez más insoslayable. Son recientes algunas versiones de Lorca en andaluz. ¿Por qué? ¿Hay una norma andaluza unificada que permita esa ínterpretación, sin menguar la cohesión del original? ¿Alzaremos el sevillano a modelo supremo? Lorca jamás pensó semejante cosa. ¿O es que es esto lo políticamente correcto? Pues, si lo es, sabemos a lo que jugamos: al multiculturalismo, a la disgregación de la cultura, a la atomización de cualquier planteamiento universal en nombre del campanario de la aldea, el tolón tolón de las vacas del pueblo y los refranes de las más viejas del lugar. Sólo nos queda acusar al escritor más universal de Galicia del pecado de haber escrito en español. Todo se andará, en todo caso, la veda ya se ha abierto.
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