Las denuncias de fraude enturbian el recuento de los votos en Armenia
Karen Demirchián, de 65 años, un ex líder comunista de los tiempos de la URSS, y Robert Kocharián, de 43, el ex primer ministro que dirigió el acoso y derribo al anterior jefe de Estado, Levón Ter-Petrosián, se jugaron ayer a cara o cruz la presidencia de Armenia, en situación de ni guerra ni paz con el vecino Azerbaiyán por el conflicto del Alto Karabaj. Centenares de observadores del Consejo de Europa, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y la Comunidad de Estados Independientes (CEI) vigilaron la limpieza del proceso, bajo sospecha tras las numerosas irregularidades de la primera vuelta. No se esperan resultados parciales hasta hoy.Hace dos semanas, la junta electoral central otorgó a Kocharián casi el 38% de los votos emitidos, frente al 31% de Demirchián. Este último y otros tres candidatos emitieron una declaración en la que rechazaban el resultado, antes incluso de conocerlo, y denunciaban un fraude generalizado que incluía compra de votos, amenazas, sobornos, inclusión de muertos en el censo y mazos de papeletas depositadas en bloque en las urnas.
Irregularidades descubiertas
Los observadores detectaron numerosas irregularidades, pero llegaron a la conclusión de que no afectaron a lo realmente importante y que'Kocharián y Demirchián habrían pasado de todas formas a la segunda vuelta. Como era lógico, Demirchián se tragó su propia denuncia y aceptó el resultado, aunque expresando su temor a que ayer fuera derrotado no por los votantes sino por el fraude. Armenia no tiene totalmente consolidado el sistema democrático y la sorpresa de trampa rara vez está ausente de sus procesos electorales. Tras los comicios de septiembre de 1996, las fuerzas de oposición favorables a Vazguén Manukián se echaron a la calle para protestar por lo que consideraron robo descarado de la presidencia por parte de Ter-Petrosián, que hizo valer su triunfo con los tanques en la calle.Demirchián, conciliador, declaró ayer que, si se convierte en presidente, está dispuesto a que su rival Kocharián siga como primer ministro. El escenario opuesto tampoco es imposible, lo que demuestra que la distancia entre ambos candidatos no es tan enorme, y que sólo podría convertirse en un abismo si la elección fuese una farsa.
Junto a la presidencia de un pequeño país del Cáucaso de menos de cuatro millones de habitantes está en juego la estabilidad de la región (que el auge petrolero ha convertido en presa codiciada) y la solución del conflicto del Alto Karabai, de población armenia pero bajo soberanía teórica de Azerbaiyán. El Ejército karabají y el de Yereván, parte activa en la lucha, conquistaron el enclave, junto a otros 8.000 kilómetros de territorio azerbaiyano, en una guerra que se cobró 25.000 vidas y que condujo en 1994 a un precario alto el fuego.
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