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Terenci Moix añora las esperanzas perdidas

"El sueño de libertad de los 60 ha acabado en un horroroso puritanismo provinciano"

Extraño en el paraíso bien podría haberse titulado El día en que murió Ramón Moix, pues en él relata el escritor la dura travesía que vivió en los años sesenta, desde la ilusión, la esperanza y el amor hasta el desengaño que le llevó a convertirse para siempre en Terenci. Su tercer volumen de memorias, que acaba de publicar Planeta, recoge el peregrinaja que emprende ese chico de barrio de 20 años desde Barcelona hasta París, Londres y Madrid, y que acabó en huida. ¿Hacia dónde? "Hacia la literatura. Y, desde allí, hacia el gran espectáculo de mí mismo".

Extraño en el paraíso, que dio nombre a una sección en el suplemento dominical de este diario, inaugura la Biblioteca Terenci Moix (Planeta), que reunirá toda su obra. Le seguirán títulos como El cine de los sábados, El beso de Peter Pan -los dos primeros volúmenes de sus memorias, que publica con el título genérico de El Peso de la Paja-, El día que murió Marilyn, su novela más emblemática, o Mundo macho, que ya no se encuentran en el mercado.Moix dice que está muy con tento con esta reedición de su obra que le permitirá hacer correcciones, pero no baja la guardia:quiere que su nuevo libro, que se presenta mañana, sea leído como una obra literaria y no como las confesiones de un exhibicionista. Por ello, oculta bajo nombres supuestos a algunos de sus amantes, por ejemplo un tal Daniel que le llevó a un intento de suicidio y le alejó de Madrid durante seis años. Fue, cuenta en el libro, el frío desprecio de "Daniel", que le abandonó sin darle explicaciones, quien convirtió a Ramón en Terenci.

"Me parece que es irrelevante dar nombres porque en este libro no tengo ganas de escándalo [como en Mujercísimas]. Quiero que se tome como una obra literaria. Cuando dicen 'Terenci es sincero', me río. A mí ser sincero no me cuesta nada, soy exhibicionista. Y eso no es un valor literario".

No le cuesta pues nada contar cómo se prostituyó en Londres (le, llamaban Baby Raymond),o como se enamoró locamente de Néstor Almendros, que no sé interesó por él en lo sexual pero sí se convirtió en su "padre" y su "hermano mayor", y le enseñó tantas cosas. También aprendió el chico de barrio de aquel atractivo judío americano Alexander, o de Stephen, miembro del consejo de un impórtante festival de música. "Ya he dicho que a mí toda la cultura me ha entrado por la bragueta, y es verdad: todos me enseñaban algo. Cuando estuve con Stephen, me dije:'yo salgo de aquí sabiendo música clásica"

Ser un 'progre'

"Lo que distingue a mi genera ción, y hay que hacerle justicia, era esa necesidad de aprender, la curiosidad por todo. Cuando alguien se burla de los progres, yo le digo: 'usted es un gilipollas que no sabe lo que era ser progre'. Suponía apuntarse a todas las causas, desde la de los Panteras Negras, Angela Davis, los derechos de las mujeres, los homosexuales... Un día es cribiré sobre lo que ha sufrido nuestra generación en nombre de esa cultura".No hay discusión en que, lo que mejor escribe Moix son sus memorias, y además con la suerte de enganchar al lector (de El cine de los sábados se vendieron 150.000 copias nada más salir). En Extraño en el paraíso hay una especial depuración de estilo y un ritmo que, cómo reconoce el escritor, sigue la estructura de una buena ópera. Por ejemplo, los primeros desamores, la aceptación plena de la homosexualidad, las primeras Pérdidas... son vistos con frialdad, humor y óbjetividad.Pero cuanto más avanza el relato, más sombrío y duro es todo. La historia de Daniel, de enorme belleza literaria, es tremenda; sólo esta parte ya vale todo el libro. "Es que fue insoportable. Fue la plena conciencia de que toda la vida iba a ser así, de que en el momento en que yo me implicara en una historia más allá de lo razonable iba a perder, y mucho".

Las memorias de Moix tienen un, hilo conductor: no había sido un niño normal, después fue un adolescente raro, y ahora, a los,20 años, se adiestra en ser un joven herético. En este tercer volumen se revela impresionante el papel de la madre, Angelina, que quería ser Lana Turner y se vestía como la actriz para ir a comprar cebollas al mercado de La Boquería, o que se llevaba al padre al cine para dejar el piso libre para que su niño llevara ligues. Una mujer que, cuando asume lo más difícil, que tiene un hijo "no borde sino tarado mental", es capaz de decirle: "Hijo mío, lo tuyo no tiene remedio. Ni para retener hombres sirves. ¿Tendré que darte lecciones de cómo tratarlos"

Amargura y nostalgia

Historias así iluminan como un relámpago la progresiva amargura que se observa en el libro. Como cuando la nena Moix, Ana María, la queridísima hermana, dice, recién salido Ramón de un lavado de estómago: "¿Ves cómo no tenía cojones para suicidarse?".Hay en Extraño en el paraíso un doble sentimiento de nostalgia. La más íntima, que surge por ejemplo cuando habla de Néstor Almendros. "Lo digo con desesperación: cuando la muerte nos roba a alguien como Néstor, hay que abominar de Dios". Y otra, también muy personal, pero que de alguna manera responde al desencanto de toda una generación, la que "vio cómo el sueño de libertad de los sesenta ha acabado convertido en un puritanismo provinciano".

"Este momento es particularmente deprimente: la ultraderecha amenazando, los grupos nazis agrediendo a gente en Alemania y, sin ir más lejos, el caso Arny y esas señoritingas puritanas que han vuelto a ponerse de moda. Todo es muy deprimente. Los sesenta generaron un sentimiento de libertad en cualquier sentido, y todo eso que soñamos ha sido sustituido por estos puritanos horrorosos. Lo que está pasando con Clinton, utilizar el sexo como forma de derrotar al poder, es lo último, porque, como decía Pasolini, 'el sexo es la única cosa sagrada que nos queda".

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