El 'Yeltsinazo'
¿QUIÉN MANDA en Rusia? Si la enfermedad de Yeltsin había sembrado alguna duda, el presidente la resolvió ayer. En su primera decisión al regresar al Kremliln destituyó de un plumazo a todo su Gobierno, cogiendo desprevenido al mundo entero y, en primer lugar, a los ciudadanos rusos, incluido el principal interesado, el hasta ayer primer ministro, Víktor Chernomirdin. Tras este súbito cambio de equipo de gobierno no parece perfilarse, sin embargo, un cambio de política.Yeltsin no sólo ha impuesto su autoridad, sino que también se ha anticipado así a la crisis social que está larvando ante una nueva acumulación de impagos por parte del Estado de sueldos de funcionarios y pensiones, culpando a sus ministros como si el presidente estuviera por encima del bien y del mal.
Aunque ha tocado fondo, la economía rusa no termina de despegar. El crecimiento previsto para este año, en torno al 1% del PIB, será similar al de 1997. Muy por debajo de la mayoría de los países industrializados, incluidos los del antiguo bloque comunista. La coyuntura no favorece a Rusia: a los efectos de la crisis asiática se ha añadido en los últimos meses la caída internacional de precios de los productos petrolíferos, una de las principales fuentes de divisas del país. Probablemente, Yeltsin, para cumplir lo que prometió el mes pasado en su discurso sobre el estado de la nación, esté buscando un equipo más joven y dinámico que, sin olvidar las reformas sociales, reactive las que todavía siguen pendientes en el terreno más directamente económico.
El decretazo del presidente puede estar también destinado a cortar la lucha de poder entre una parte del Gobierno y la oligarquía financiera y mediática que intenta desde la sombra controlar todo el poder en Rusia. Desde luego, uno de sus representantes, proveniente del lucrativo sector energético, era Chernomirdin. El encargado por Yeltsin de buscar nuevo Gobierno, Serguéi Kiriyenko, está también vinculado a este sector, aunque es un tecnócrata y colaborador cercano del reformista popular Borís Nemtsov.
En esta, renovada kremlinología, algunos indicios apuntan a que un objetivo de Yeltsin, que constitucionalmente no se puede presentar a un tercer mandato, es la desactivación política de Chernomirdin, a quien muchos apuntaban como el candidato natural del llamado partido del poder para las elecciones presidenciales del año 2000. Yeltsin señaló ayer que Chernomirdin debía dedicarse a preparar esos comicios, pero todos saben que Chernomirdin tendría más posibilidades de ganar las elecciones presidenciales siendo primer ministro que desde fuera del Gobierno. Sobre todo cuando aún quedan dos años para esa cita con las urnas, a menos que la salud le juegue una mala pasada a Yeltsin.
La destitución de Chernomirdin no debe tapar otra importante: la del ministro del Interior, Anatoli Kulikov, partidario de la línea dura en la lucha contra el crimen. En política exterior no se esperan grandes cambios, pero la continuidad se reflejará principalmente en si sigue Primakov al frente de la diplomacia rusa, especialmente cuando la crisis de Kosovo requiere el concurso de Rusia y cuando Yeltsin ha de reunirse en Moscú el jueves con Chirac y Kohl en un ejercicio de diplomacia triangular. Pero en el fondo poco importa. Yeltsin, de 67 años, ha demostrado que él es quien tiene las riendas. Mientras tenga la fuerza física para sostenerlas, claro. Justamente por eso, la política de Rusia sigue dominada por la incertidumbre.
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