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Juana Salabert profundiza en la memoria con 'Mar de los espejos'

Amelia Castilla

Juana Salabert (París, 1962) procura evitar todo componente autobiográfico en sus novelas: "Siempre intento sacar a gente que está rota, pero no destruida", aseguró ayer la escritora en la presentación de Mar de los espejos (Plaza y Janés), su última novela, ambientada en el norte de España y centrada en una maldición que da pie a una leyenda familiar. A la presentación acudieron, además de su hija Irina, la escritora Ana María Matute, Juan Manuel de Prada y Jesús Ferrero, entre otros.Salabert, que fue finalista del Prernio Nadal con Arde lo que será, cree que escribir es siempre un acto de amor con el mundo y las cosas que le rodean. La escritora no cree en la familia como institución, pero ha escogido una familia derrotada -"Me pregunto qué familia no tiene espejos rotos detrás"- como protagonista de su tercera novela. Para esta escritora, los autores trabajan siempre sobre la misma obra aunque escriban libros distintos: "Siempre es el mismo, que se va, transformando". En su caso concreto ha huido de la literatura política para adentrarse "en la oscuridad que todos llevamos dentro". "Mis personajes siempre luchan por una no mentira, son adolescentes hundidos, pero capaces de empezar a construirse", aclaró Salabert. Tampoco es partidaria la autora de Varadero de la literatura femenina, detesta el concepto: "La literatura es hermafrodita. Escribir es meterse en la piel de otras pieles".

La escritora Ana María Matute calificó Mar de los espejos como el producto de una mujer que es "toda literatura", y De Prada destacó el poder comunicador del lenguaje de una novela consagrada a la memoria como "instrumento creador".

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