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Reportaje:

Casas Viejas recupera su nombre

La localidad gaditana de Benalup recobra su topónimo para cerrar las heridas de la masacre de 1933

El teléfono o el más moderno fax hubieran evitado los muertos que le dieron a Casas Viejas la inmortalidad. A este pueblo de la provincia de Cádiz no llegó a tiempo la desconvocatoria del llamamiento a la sublevación realizado por la CNT. Ese retraso fue mortal. Era la madrugada del 10 al 11 de enero de 1933. La Guardia de Asalto de la República disparó sin piedad contra los hombres y mujeres de este pueblo que se refugiaron en la choza de Seisdedos, un carbonero que ya es lugar común en la historiografía del siglo XX.Murieron unas veinte personas y entre los pocos que escaparon a la refriega figuraba María Silva, la hija de Seisdedos, La Libertaria, que se casó con un periodista anarquista y fue asesinada durante la guerra civil."Casas Viejas no sólo fue un paso atrás en el Gobierno de Azaña, fue el preludio de la guerra civil, durante la que se produjo un segundo ajuste de cuentas con la gente que se levantó por una causa justa", dice Francisco González Cabañas, 40 años, alcalde de Benalup y artífice de que el pueblo vuelva a recuperar el topónimo Casas Viejas.

Desde hace siete años, este pueblo conmemora con una fiesta por todo lo alto la independencia del Ayuntamiento matriz de Medina Sidonia. Con esta nueva nomenclatura de Benalup-Casas Viejas, aprobada ayer en un pleno extraordinario, quieren también lograr una segregación mucho más compleja, la de esa herida del pasado que consideran su ficientemente cicatrizada. "Han pasado 65 años, y yo creo que es una buena edad para que jubilemos los fantasmas del pasado".

Esta solución es una forma de hermanar las dos historias que confluyen en este pueblo. El nombre de Benalup es más antiguo: así se llamaban una alquería y un castillo de la época musulmana que en 1422 el obispo de Cádiz vendió a Pedro González de Medina, tesorero de la iglesia de Sevilla, y que 14 años más tarde éste volvió a vender al concejo de Medina. Detrás, sendas etimologías, romana y árabes, según las cuales se denominaría Peña del Lobo o Hijo del Lobo, respectívamente.

Lo de Casas Viejas es más prosaico. Esta denominación empieza a cobrar fortuna en el siglo XVI, y así llamaron a una venta en la que por lo visto decansó y comió espléndidamente el rey de Portugal en un viaje de regreso a su corte lisboeta desde Gibraltar. El alcalde citó una copla carnavalesca para recordar la doble adscripción a Benalup y a Casas Viejas de un pueblo cuyos cimientos de independencia fueron establecidos a comienzos del siglo XIX en el trienio liberal. A González Cabañas le regalaron en las últimas navidades los Diarios de Azaña, cuya lectura le sirvió para establecer algunos nexos entre lo que pasó hace 65 años y hechos acaecidos bastante después. "Se deduce la impresión de soledad que se apodera de Azaña a partir de entonces. Yo creo que el capitán Rojas, responsable principal de los sucesos, jugó un poquito a Amedo. A Azaña le pasó con Menéndez, su ministro de Gobernación, un poco lo que le ocurrió a Allende con Pinochet. Exceso de confianza y alta traición".

La propuesta de nueva nomenclatura de Benalup contó con el apoyo de los 11 concejales del PSOE y la abstención de Eduardo Pérez y José González, portavoces y únicos representantes de Colectivo Ciudadano (ex andalucista) y de Izquierda , Unida. Ambos propusieron celebrar un referéndum para que el pueblo decidiera qué nombre debería llevar. "No me importa el referéndum, pero la democracia tiene sus caminos", les replicó González Cabañas.

Pronto los carteros empezarán a recibir cartas con destino a Benalup-Casas Viejas. Este segundo topónimo ya da nombre a un instituto, un certamen de cante flamenco y un equipo de fútbol sala. En Casas Viejas estuvo Blas Infante, que arrancó de la choza de Seisdedos una rama del rosal para replantarla en su casa de Coria; o el escritor Ramón J. Sender, que escribió Viaje a la aldea del crimen.

La aldea ya es un pueblo. Algo contreñido. Benalup tiene un territorio de 5.935 hectáreas. En Casas Viejas, la madrugada del 11 de enero de 1933 murieron unas 20 personas. Raro es el año que unos cuantos historiadores no acuden por el lugar. El último, un norteamericano llamado Jerome Smith, autor de un libro titulado Los anarquistas de Casas Viejas.

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