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Reportaje:

Atracón de exámenes

Los escolares británicos de primaria, entre los más evaluados de Europa

Isabel Ferrer

Los escolares británicos de primaria estarán entre los más examinados de Europa. El Ministerio de Educación del Reino Unido acaba de anunciar la introducción, a partir de este verano, de una nueva lista de pruebas optativas finales que serán añadidas a las dos obligatorias, fijadas ahora a los siete y 11 años. Inglés y matemáticas son las asignaturas escogidas y el Gobierno espera que la mayoría de los centros las pasen a los alumnos de nueve años.Los de 8 y 10 años también deberán contestar preguntas similares en un programa piloto patrocinado por la asociación británica encargada de los programas y calificaciones nacionales. Hace sólo diez años, un menor podía llegar a secundaría sin haber sido apenas evaluado.

Lo cierto es que los exámenes, camuflados en forma de "medida general de la aptitud" empiezan a los cinco años. Concluida la etapa preescolar propiamente dicha, los profesores desean averiguar las habilidades del niño para incluirlo en el grupo adecuado de primaria. Este régimen puede parecer demasiado duro, pero la asociación de programas y calificaciones asegura que responde a la demanda misma del profesorado.

Según Nick Tate, su director ejecutivo, la actitud de los docentes ha variado con el tiempo, y los cuestionarios constituyen "una buena forma de medir el progreso del alumnado". Tate no es ajeno a las presiones soportadas por los colegios para mejorar los resultados académicos. Los controles anuales de calidad, estrenados en la primaria este curso, y la publicación de los nombres de los centros fallidos por parte del Gobierno han hecho mella en sus direcciones.

"Han concluido que los exámenes son útiles y sirven para mejorar los niveles educativos", ha declarado al rotativo The Times. Un sondeo elaborado por la propia asociación demuestra que el 95% de los enseñantes cree fiables y válidas las pruebas de matemáticas y ciencias. Un 76% de los profesores de inglés, opuestos a esta moda hace sólo cinco años, califica de recomendable examinar a los 14 años.

Tantas pruebas arrojan a veces resultados desconcertantes. El pasado verano, las respuestas dadas por los alumnos de nueve años de 270 escuelas nacionales confirmaron esa edad como la más frágil de la educación primaria. Los mismos niños que a los siete años fueron capaces de alcanzar, en un 80%, la nota media de matemáticas apropiada para su edad, caían hasta un 59% dos años después. Cuando se trataba de escribir sin faltas de ortografia palabras como aeroplane o unusual, sólo un 15% lo logró. A los siete años idéntico grupo estuvo mucho más alerta con la gramática.

Por todo ello, buena parte de los padres británicos se ha lanzado con frenesí a ayudar a sus hijos con los deberes. En un artículo publicado a principios de enero en The Sunday Times, Donu Kogbara, rememoraba con deleite su infancia y el hecho de que sus progenitores apenas echaran un vistazo a sus cuadernos escolares. "Íbamos a colegios normales con profesores solventes y ello bastaba", señala. "Ahora los padres agobian a los niños con profesores particulares y repasos constantes", añade.

De todos modos, ella misma cita a Anna Anderson, empleada de una asociación benéfica, que califica esta actitud paterna de "realista y responsable". En su opinión, los docentes están peor pagados que nunca y la seguridad personal en las aulas deja mucho que desear. El grado de compromiso con su tarea o los alumnos es, por lo tanto, mucho menor que hace unos años.

Cabe añadir también que el propio sistema educativo puede estar desquiciándose algo. En algunas guarderías británicas insisten ya en "examinar" a partir de los dos años. Como nadie quiere que sus hijos sean tachados de torpes, se aceptan pruebas inimaginables hace poco.

Para aliviar algo la tensión general, el ministerio ha prometido que reducirá el número de alumnos por clase a partir de septiembre. Más de 120.000 niños dispondrán de mayor espacio en unas aulas con un máximo de 30 inscritos durante los tres primeros cursos (entre cinco y siete años). Lograrlo costará 22 millones de libras (5.000 millones de pesetas) destinados a contratar a nuevos profesores, sobre todo para los centros más llenos.

El proyecto cuenta incluso con el apoyo de la oposición conservadora. Su líder, William Hague, ha reconocido que el partido erró al negar cualquier relación entre el número de alumnos por clase y las notas obtenidas por éstos. Durante el Gobierno de John Major los tories rechazaron los planes laboristas de fijar en 30 o menos la cantidad de niños por clase.

La Unión Nacional de Profesores ha expresado rauda su apoyo a una reducción que "complacerá sobremanera a los padres", según su secretario general, Doug McAvoy. El mismo ha recordado, de todos modos, que más de 300.000 niños entre cinco y siete años y cerca de un millón de sus compañeros en cursos superiores, "siguen acudiendo a aulas demasiado llenas".

Los propios padres comparten algunos de los temores de los maestros una vez que el recorte entre en vigor. La contratación de nuevos docentes cualificados no será fácil y sus sueldos están en el aire. Judith Wood, por ejemplo, presidenta de la Confederación Nacional de Asociaciones de Padres y Profesores, no esconde sus dudas acerca de los presupuestos escolares. Si los centros no alcanzan a pagar un ayudante adicional, el Ministerio podría verse obligado a afrontar un desembolso aún mayor.

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