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Los disputados garabatos de JFK

Un particular enfrentado a la familia Kennedy intenta subastar objetos personales del fallecido presidente estadounidense

¿Otra subasta de objetos de John F. Kennedy? Sálvese quien -pueda. ¿Es que queda más patrimonio del presidente asesinado que todavía no se haya vendido al peso? Sí; y además esta vez algunos de los lotes en cuestión, que incluyen desde dos yates de recreo hasta garabatos en un papel, son motivo de una fuerte disputa entre la persona que los saca a subasta en Nueva York y el Gobierno federal de Estados Unidos. A diferencia de la famosa subasta de hace dos años en Christie's, en la que se vendieron por 35 millones de dólares las pertenencias de Jacqueline Kennedy, esta vez lo que se ofrece es la colección de un particular enfrentado desde hace tiempo con la familia.Es en los garabatos donde reside una gran parte de la nueva polémica. Debido a que algunas de esas notas a mano datan de los días de la crisis de los misiles en Cuba en 1962 y de las horas justo anteriores al asesinato de Kennedy -en Dallas, en 1963-, la Administración Nacional de Archivos y Registros (un departamento federal de Washington) cree que pertenecen al Gobierno y que posiblemente contengan información secreta de máxima importancia para la seguridad nacional. El caso, de hecho, ya ha llegado a la sede del Departamento de Justicia, donde ayer se reunieron los abogados de ambas partes para intentar llegar a un acuerdo de última hora.

Como publicidad adicional para la subasta, que está prevista para el miércoles y jueves de la semana que viene en un antiguo depósito de armas de Park Avenue, en Manhattan, la noticia no está nada mal. El problema es que varios inspectores de Archivos y Registros se han desplazado a Nueva York para revisar los 600 lotes a la venta y pueden confiscar algunos antes de que alguien se haga rico con ellos.

La persona que tiene intención de beneficiarse económicamente de esto antes de que se lo impida el Gobierno es el coleccionista Robert White, que para sacar al mercado su oferta no ha podido recurrir a las grandes casas de subastas y se ha ido a una de segunda fila llamada Guernsey's. No porque su colección sea mala, sino porque sus disputas con John y Caroline Kennedy no son el tipo de publicidad que busca Sotheby's o Christie's.

Se sabe que White reunió el grueso de su colección a través de Evelyn Lincoln, que fuera secretaria personal de JFK. Lincoln, que falleció en 1995, se dedicó sistemática, y a veces subrepticiamente, a guardarse en el bolso todo tipo de pertenencias personales y objetos desechados por su jefe. Igual que el Gobierno, los hijos de los Kennedy creen que ese material pertenece a los archivos nacionales o, en su defecto, a la biblioteca del ex presidente en Boston.

En total son al menos 14 los lotes en disputa, entre ellos el discurso inaugural de Kennedy, la mesa donde firmaba papeles, las notas de la crisis cubana, las de una reunión con Nikita Jruschov, el fonógrafo de la Casa Blanca y unos garabatos que pintarrajeó durante su fatídico viaje a Dallas en noviembre de 1963. Los de mayor morbo son unos hechos en papel de hotel justo el día antes del magnicidio.

El objeto más jugoso, que se cree podría alcanzar un precio de más de un millón de dólares, es un diario que Kennedy escribió a mano durante un viaje a Europa en 1951. John Jr. y Caroline lo han reclamado a Robert White, igual que una cartera de piel de cocodrilo de Hermes, un reloj de Cartier que le regaló Jackie en un aniversario de boda, algunas recetas de medicamentos y unas billeteras.

Los abogados de White han dicho que, a no ser que les pongan una demanda formal, lo van a vender todo. La casa de subastas ha llegado a decir que si los herederos quieren recuperar esos objetos personales, lo mejor es que vayan el miércoles a la subasta con la chequera preparada.

Pero hay otros muchos lotes de procedencia aparentemente legítima, hasta un total de 600, por los que Guernsey's espera recaudar unos cinco millones de dólares en total. Aparte, en el último momento se han añadido a la lista dos barcos que pertenecieron al presidente, el yate Honey Fitz y el velero Flash II, en el que navegaba de joven.

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