Una película que supera el límite
Acabo de ver una película fascista. Se trata del filme de ciencia-ficción Starship Troopers (Brigadas del espacio), del realizador holandés afincado en Estados Unidos Paul Verhoeven (también director de Desafío total, Robocop e Instinto básico). Al principio de la historia, un profesor de instituto, manco por haber combatido como soldado contra unos arácnidos intergalácticos, adoctrina a varios de sus alumnos para que ingresen en las fuerzas armadas de la Confederación Terrestre, estructura militar que gobierna todo el planeta. Esta sociedad futura está dividida entre civiles y ciudadanos: estos últimos son los únicos que, curiosamente, disfrutan del derecho a voto, ya que han aceptado realizar el servicio militar. El paso por la mili concede además otros derechos a las ciudadanas, como la autorización para ser madres. El ínclito docente hace, asimismo, una explícita apología de la violencia que sería, según él, indispensable para resolver ciertos problemas.Lo grave es que la película no es en absoluto crítica hacia ese estado de cosas. Muy al contrario, presenta esta sociedad, inspirada y regida por principios bélicos y cuartelescos, como virtuosa y apetecible. Como adulto formado y amante de los buenos relatos de anticipación científica, me resigno de vez en cuando a soportar algunas dosis de gratuita violencia, muscular heroísmo descerebrado y pensamiento único ultraconservador, con tal de disfrutar de un guión atractivo aderezado de sorprendentes efectos especiales (aunque las decepciones, ¡ay!, sean legión).
Sin embargo, ésta y otras películas sobrepasan el límite de lo democráticamente tolerable. ¿Cuál es, me pregunto, el designio final de estos agresivos productos ideológicos que nos llegan desde la otra orilla del Atlántico y que, llamando a las cosas por su nombre, están impregnados de mensajes fascistas?
Me permito recomendar Brigadas del espacio a todas las cabezas -y mentes- rapadas.- .
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