Mujeres en Venecia
La vigencia del interés que el cine ha manifestado desde hace décadas por la narrativa de Henry James se ha revalidado, en los últimos meses, por nada menos que tres adaptaciones diferentes, obra de una neozelandesa, Jane Campion (la interesante Retrato de una dama); una polaca, Agnieszka Holland -(Washington Square: espera aún estreno), y un británico, lan Softley, que firma Las alas, que hoy nos ocupa. No parece hacer gran mella en el ánimo de guionistas y directores el hecho, reconocido incluso por algunos de los que mejor han adoptado al anglo -estadounidense (pienso en Jacques Rivett), de la práctica intraducibilidad a la pantalla de la prosa de James. Impertérritos, quienes visitan las densas páginas jamesianas cogen la trama, la desmenuzan, en el mejor de los casos le añaden un toque de elegancia, y a otra cosa.Algo de todo esto tiene Las alas. Detrás de su diseño se adivina el espesor, la profundidad, la turbación de la escritura de James, pero en la superficie sólo advertimos algunas (pocas) cosas: una, la impecable, brillante reconstrucción del referente histórico, apoyado en uno de los mejores trabajos de fotografía de la década, una gentileza del gran operador lusofrancés Eduardo Serra. Otra, un punto de vista personal sólo en lo que concierne a mostrar uno de los aspectos de la novela, la contraposición entre la moral victoriana y los aires de modernidad que se abrían paso en la época.
Las alas de la paloma
The wings of the dove. Dirección: lan Softley. Guión: Hossein Amini, según la novela de Henry James. Fotograria: Eduardo Serra. Reino Unido, 1997. Intérpretes: Helena Boriham. Carter, Linus Roache, Alison Ellitt, Elizabeth McGovern, Charlotte Rampling, Michael Gambon. Estreno en Madrid: Palafox, Cristal, Vaguada, Madrid, Real Cinema, UGC Cine Cité.
Pero, en el fondo, lo que la película muestra, con claridad meridiana, es sólo la forma, un poco ortopédica, mediante la cual su trama se desliza, una suerte de mecanicismo, de rigidez que hace que los personajes pasen de una situación a otra, más que nada porque en algún lugar -en la novela, por supuesto- así está indicado.
Los personajes son casi autómatas, algo impensable en James. Sólo cuando se penetra en realidad en lo que importa, la situación triangular entre Kate (Bonham Carter), Merton (Roache) y Millie (Elliott), esa relación turbadora en los canales y calles venecianas, el filme parece contarse a sí mismo.
Lo que queda es una adaptación algo alejada del academicismo, es cierto, pero también menor, con algunos momentos de inspirada belleza y una secuencia final en la que Bonham. Carter, desnuda moral y fisicamente, se reencuentra con su amante sólo para comprender la hondura, la terrible lección de su apuesta.
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