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Reportaje:

Turbulencias en el partido gobernante de México

La renovación del Partido Revolucionario Institucional afronta pugnas internas y deserciones

Juan Jesús Aznárez

Días atrás, el gobernador de Puebla, Manuel Bartlett, convocó a una cruzada contra el aborregamiento político y por la salvación del Partido Revolucionario Institucional (PRI) denunciando que el movimiento se encuentra en peligro de extinción, víctima de las traiciones y trampas tendidas por gentes pusilánimes o incompetentes encaramadas en la dirección federal. "Debemos reaccionar porque no nos vamos a suicidar caminando hacia el cadalso, siguiendo puntualmente la disciplina del partido con el sí, díganos, ordénenos, oriéntenos". Bartlett, que ambiciona la presidencia de México en el 2000, denunció en un cenáculo la existencia de una conjura nacional e internacional para liquidar el partido que gobernó durante casi siete decenios con un sistema electoral más propio del fraude que de la democracia. "¿Qué debemos hacer? ¡Luchar, luchar para que no acaben con el partido!"El Partido Revolucionario Institucional, del que se dijo que llega a los lugares en donde la mano de Dios no ha puesto el pie, dista mucho de estar acabado: controla el Ejecutivo y decisiones de Estado, y su implantación es amplia y determinante. Registra, sin embargo, saludables turbulencias, sublevaciones contra sus reglamentos, y la desorientación, improvisaciones y deserciones propias de un movimienmiento que, lastrado por la corrupción y vicios antiguos, pretende cambiar su perfil imperial y acomodarse a los nuevos tiempos. La reconducción no es sencilla: "No encuentra rumbo, navega hacia la deriva", opina el analista Juan José Higueras. El PRI, que abusó del poder sin cortapisas, afronta en los últimos anos pugnas intestinas, el empuje del conservador Partido de Acción Nacional (PAN) y del centro izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) y críticas descarnadas. El politó logo Carlos Monsiváis lo cita aturdido, anegado por su propia historia. "Esquivó su pasado mientras su control era absoluto, y no se creía en el voto como instrumento vindicativo, o, mejor aún, como instrumento de rectificación. Al irse evaporando el poder totalizador, se acaba el autoengaño, y se ve al PRI sin contemplaciones".

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Huérfanos políticos

Más proclive a la involución que a la apertura, el ex ministro del Interior Bartlett criticó sin contemplaciones el sesgo impreso al cambio por la dirección del partido, y cotiza al alza entre quienes lo reclaman regido por líderes agresivos, acaudillado. Tenido como uno de sus vigorosos dinosaurios, Bartlett es de juicios contundentes, autoritario y polémico en su pasada gestión como ministro. Abandera ahora las esperanzas de muchos priístas deprimidos, nostálgicos de una hegemonía tambaleante.

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