Dura condena para el autor de un crimen que enfureció a los pobres en Argentina
La respiración del país se contuvo. A las 22.30 del viernes se callaron las voces de todas las radios y cadenas de televisión que retransmitían en directo desde la pequeña sala del tribunal en la capital de la provincia de Catamarca, al norte del país, donde se iba a leer la sentencia del proceso que se siguió por el crimen de María Soledad Morales, una humilde adolescente de 17 años muerta el 10 de septiembre de 1990. El autor de su violación y muerte, hijo de un poderoso político local, fue condenado a 21 años de cárcel.Los Morales, la abogada que los representaba y una monja, directora del colegio religioso al que asistía María Soledad, iniciaron tras el crimen la más formidable lucha cívica y jurídica de la transición democrática para que se investigue y se condene al acusado, Guillermo Daniel Luque, del que se sospechó desde el primer día. Luque es hijo del que en ese momento era un diputado peronista, vasallo a su vez del gobernador Ramón Saadi, miembro de una dinastía y heredero del territorio que controló su padre, Vicente Saadi, durante más de cuarenta años. Todo el aparato del Estado de Catamarca, con la colaboración de la jerarquía de la Iglesia, se puso al servicio del poder para encubrir a los responsables. El cadáver fue desfigurado, la policía borró huellas, se amañaron documentos y se intimidó al juez de instrucción. Las compañeras de María Soledad, lideradas por la monja Martha Pelloni, convocaron las primeras manifestaciones. En cuanto la prensa de la capital del país se ocupó del caso y la televisión destacó a sus enviados especiales, el poder provincial empezó a resquebrajarse y a caer. El presidente Carlos Menem, que durante muchos años había compartido el control de la región con los Saadi desde la vecina provincia de La Rioja, envió a un policía de pésimos antecedentes para imponer la teoría de que era un crimen pasional. Los jueces se sucedían unos a otros y el primer juicio oral se interrumpió ante la evidente parcialidad de los miembros del tribunal, que intimidaban a los testigos que se animaban a declarar contra Luque. Una película sobre el crimen, estrenada en los cines, revelaba en la ficción cómo habían ocurrido los hechos en la realidad. El viernes por la noche, después de casi ocho años, de seis meses de audiencias y de escuchar a 372 testigos, muchos de ellos pagados para mentir o amenazados para callar, el tribunal presidido por Santiago Olmedo pronunció la sentencia: Guillermo Daniel Luque fue condenado a 21 años de prisión por el delito de violación seguida de muerte y agravada por el uso de drogas ilegales. El tribunal ordenó además que la policía detenga a dos de los amigos de Luque -Hugo, El Hueso Ibáñez y Luis el loco Méndez- para que se investigue su participación en el homicidio y decidió procesar a más de veinte testigos por el supuesto delito de falso testimonio, entre ellos a dos parientes directos del ex gobernador Ramón Saadi. Los abogados defensores de Luque presentarán una apelación. La mayoría de los ciudadanos coincide en declarar que, después de muchos años, es posible volver a creer en la justicia.
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