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Tribuna:VISTO / OÍDO
Tribuna
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Hoy no es fiesta

Hoy sería fiesta nacional en España. Saldrían un rey, unos cardenales, las bandas militares y los ministros con chistera: a celebrar el 23-F. Debería ser otra fiesta: la conmemoración del día en que España no volvió a la dictadura militar, fascista, catolicista. Un país debería alegrarse más con lo que no pasa que con lo que pasa. No podemos alegramos de que el nuevo definidor de la democracia fuese Leopoldo Calvo-Sotelo, desagradable gobernante: pero mejor que Armada o que Milans. Hasta mejor que Fraga. El 23 de febrero de 1981 dejaron de pasar tantas cosas que la fecha no puede dejar de recordarse: con satisfacción. Algunos españoles, incluso muchos, pueden deber su vida, su libertad o su residencia en el país a lo que no sucedió. Las imágenes de la televisión deberían pasarse en todas las escuelas como recordatorio. Incluso con un comentario de cada maestro acerca de la televisión como medio de comunicación popular, sin olvidar la paradoja de que lo mejor que se haya rodado en España fuese sin intervención humana. La algarada, la asonada, las salvas al aire, los bigotazos, el grito destemplado, maleducado y mal dicho de Tejero, debían marcar un principio: y sin embargo fueron un final. Celebrémoslo, alegrémenos. Terminaba el franquismo. Terminaba la forma asesina de hacer política.Si se quiere circunscribir un periodo final, sería el que comienza con los fusilamientos del 25 de abril de 1975 con los que Franco terminó su carrera criminal; el que continúa con las matanzas de Atocha de enero de 1977, y con algunos actos de pistolerismo y represión durante el Gobierno Arias Navarro-Fraga-Areilza y termina en el 23-F. Hasta el desplante taurino de Gutiérrez Mellado ante Tejero, la bestia de tres cuernos, termina también con una forma de ser militar. En este día de 1981 se comenzó a decidir que el crimen no era una cuestión de Estado: que maten ellos, que maten los otros, pero no los gobernantes ni los gobernados.

Está bien que todo se haya convertido en caricatura. Pasar de la asonada a la ansonada es algo profundamente satisfactorio. Con cuidado: el fascismo existe siempre, desde mucho tiempo antes de que se llamara así -Mussolini, como Hitler, fueron accidentes de un largo cesarismo- y sólo aparece cuando los que tienen el poder le llaman y le arman. El 23 de febrero de 1981 los que tenían el dinero y lo estaban dando a quien correspondía sabían que no les hacía falta ya.

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