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Tribuna:CRÓNICAS
Tribuna
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EL camión de la basura

Juan Cruz

Ahora resulta que los burleteros están siendo burlados. El ruido incesante que se oyó en este país desde 1993, al menos, empieza a volverse contra los oídos de los que lo propiciaron. El ritmo más persistente de esa época de ruido fue el tono de burla que adquirió. Esa burletería carnavalesca con la que nos despertaban cada día fue definida por Manuel Vicent certeramente: picaban carne desde por la mañana; por la noche enviaban el camión de la basura y recogía los restos; al día siguiente proseguían la demolición. En medio de ese clima persiguieron prestigios personales, famas bien ganadas,actitudes personales, trayectorias; fueron contra esto y aquello y no se pararon en nada: ni en las desgracias personales, ni en los aspectos físicos, ni en las biografías íntimas; destrozaron vidas humanas, llenaron de miseria moral el papel en el que se escribe la historia de un país y miraron por todos los ojos de todas las cerraduras; no se pararon nunca: pusieron el listón cada vez más alto, para disparar hiriendo más, y el griterío propio los ensoberbeció de tal manera que terminaron creyéndose su propio tono. Querían hacer otro país; eso decían, y era verdad; querían hacer su propio país, un país propio, en el que se oyera su burla y se sintiera su dentellada.Pero el tiempo es como el mar, devuelve a tierra la realidad íntima de las cosas y ahora ya la gente sabe, porque así ha sido devuelto por el bumerán que ellos mismos lanzaron, cuál era el origen del ruido. Es posible que no se conozca jamás su origen más remoto, pero sí se sabe ya de qué calafíaran los que lo orquestaron; todos han sido puestos en evidencía por ellos mismos, y ahora, donde antes gritaban contra otros, gritan entre ellos, se reprochan cosas indecibles, tratan de ocultar con el humo de sus palabras la densidad de la cortina que venían fabricando de la mañana a la noche, antes de que hiciera su reorrido sinuoso e infinito, el camión de la basura. Es verdad lo que dicen ellos mismos de algunos de los de la tropa: son hipópcritas, dejan el barco en medio de la ciénaga y se átreven a enviar mensajes: he sido utilizado. Pero todos han sido muñidores de la misma orquesta, cuya música ya no se puede escuchar sin sonrojo. Viven su propio sonrojo como si le pasara a otros.

No ha tenido que cruzar la geografía parlanchina ninguna esponja limpiadora ajena, ni han sido precisos siglos de inestigaciones; de pronto se han roto las compuertas de la basura y ha aparecido nítidamente la imagen de los burleteros burlados; como no es posible nunca que se acepten en el espejo las imágenes que proyectamos cuando no nos gustan, lanzan de nuevo mandobles contra sus lugares comunes: lo que se dice contra ellos es una cortina de humo para ocultar crímenes del GAL, como si la historia no fuera dejando tersa la imagen sucesiva que proyectaron sobre todo lo que se movió en este país. Nos hicieron vivir un clima insufrible, de crispación y de burla, y la burla principal estuvo en la punta de sus dedos, en la punta de sus lenguas: variar este país de rumbo para que se cumpliera el propósito fundamental que les alentaba y que es la respuesta a la pregunta de siempre: ¿qué hay de lo mío?

Es bueno que este país recupere el ritmo normal de sus propios ruidos, y que la gente conozca el origen del griterío. Ha sido inesperado, de todos modos; pero es beneficioso que hora parezca que todo esto que se pone de manifiesto en este instante de la vida sucedió hace siglos, que es posible una mejor paz en la convivencia cotidiana.

¿Y para qué es beneficioso? Para que se haga mejor periodismo, por ejemplo. Periodista -decía Scalfari- es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente. Durante demasiado tiempo periodismo fue en este país sinónimo de tal griterío; los periodistas estaban haciendo, desde algunas instancias, algo distinto al fundamento de su profesión" y ahora ha cruzado sobre la geografía del periodismo nuestro una especie de bocanada de aire fresco, como si de pronto todo eso que pasó se sometiera a un libro de estilo que pone en evidencia el mal uso del poder que dan a los periodistas -y a los lectores los medios de comunicación.El carnaval ha durado mucho tiempo. Esperemos que ahora, cuando pase el camión de la basura, todos lo distingamos sólo por su propio ruido.

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