Réquiem por Fundesco
El autor considera que la crisis de esta fundación simboliza el fin de una vísión social de las comunicaciones que es necesario recuperar
Hubiera cumplido formalmente el 30º aniversario a principios del próximo mes de abril, pero las noticias sobre su crisis se multiplican. Desde hace un año comenzó a reducir su capital humano e investigador y sus actuaciones públicas se hicieron cada vez más escasas. Ahora se confirma la retirada total de subvenciones de Telefónica y el adelgazamiento extremo de Fundesco. Una agonía anunciada.La Fundación para el Desarrollo de la Función Social de las Comunicaciones no fue, ciertamente, una creación socialista o de izquierdas. Antonio Barrera de Irimo, que también sería después su primer presidente, ha contado en varias ocasiones cómo ideó y propuso su creación en 1968 a partir de la inquietud sobre el impacto social del cambio tecnológico en las telecomunicaciones y en la información. Con esa notable visión pionera, Fundesco comenzó a desarrollar su vocación de investigación e intervención social. De los trabajos emprendidos en esa primera etapa (con Francisco Guijarro y González Seara sucesivamente como gerentes) habría que destacar los encuentros de Buitrago, que plantearon por vez primera en España los retos generados por la telemática y la sociedad de la información.
Los años ochenta representaron sin duda la culminación de esa acción de Fundesco, con dos presidentes emblemáticos, Ángel Luis Gonzalo y Francisco Martínez. El prestigio de la fundación se consolidó sobre múltiples acciones emprendidas en campos sociales: nuevas tecnologías aplicadas a la enseñanza, a la medicina, a los discapacitados... Además se desarrolló muy notablemente el estudio de las telecomunicaciones, de la convergencia con la comunicación social, del desarrollo a través de las comunicaciones.
Como fruto de esta trayectoria puede citarse la notable colección de más de 150 libros publicados, incluyendo los premios de ensayo, de tesis e investigaciones que estimularon el trabajo intelectual en este campo. Pero además está el medio centenar de números editados de la revista Telos, los anuarios de telecomunicaciones y comunicación social, la contribución de Fundesco a Cuenca, ciudad global, ese importante foro sobre la comunicación mantenido por la Universidad Menéndez Pelayo durante 10 años y ahora también lamentablemente desaparecido...
La vida de Fundesco, difícilmente sintetizable en pocas líneas, merece sin duda un respetuoso réquiem. No solamente por esta impresionante obra acumulada en casi tres décadas, que la muestra como un instrumento central de la investigación de la sociedad española en este terreno. También, y muy especialmente, por su concepción plural y abierta, por la convivencia largamente mantenida de expertos de muy diversas formaciones e ideologías, que hizo de la fundación un espacio único de reflexión y debate bajo la Telefónica de los Gobiernos centristas y socialistas. Pero esa historia se impone por sí sola y sólo podría ser olvidada desde la ignorancia o la irresponsabilidad absolutas.
Más importante, por tanto, que ampliar este canto funerario es preguntarse por las razones del fallecimiento. Hace tan sólo cinco años, en la edición que conmemoraba su 25º aniversario, todos sus ex directivos, encabezados por una presentación del príncipe de Asturias, coincidían en augurar un futuro esplendoroso para Fundesco. Resultaba evidente que la evolución de las tecnologías de la información y su enorme trascendencia económica y social para el futuro de la sociedad española exigían más que nunca un espacio como éste, no sometido a los imperativos comerciales ni a la miopía del corto plazo. Nadie podía pensar, efectivamente, que el "espíritu Fundesco" se agotaría tan rápidamente en estos finales de siglo marcados sólo por los beneficios a corto plazo. Ni que la desregulación de las telecomunicaciones y la privatización total traerían consigo, en su "debe" inmediato, el fin de toda visión social y de toda generosidad.
El llanto y la nostalgia no resultan, sin embargo, muy productivos. Sin contar con que la autonomía de lo privado parece, una vez más, proteger y hacer irreversible este paso, aunque en el Parlamento español se hayan planteado ya preguntas sobre el tema. Habría que intentar al menos salvar los restos del naufragio, como esa biblioteca y base de datos especializada que frecuentaron durante años los estudiantes e investigadores; como la colección de arte de Fundesco, de más de 400 obras de pintores contemporáneos españoles -Saura, Tápies, Gordillo, Arroyo, Guinovart, Canogar...- que vendieron a bajo precio para su publicación en la revista Telos, con la condición de que nunca se comercializara con los originales. Cabría preguntarse también quién participará a partir de ahora por España en los múltiples programas europeos de nuevas tecnologías de la información de los que Fundesco había formado parte (ORA, Delta, Race, Arco ... ).
Pero quizá todos ellos sean también temas menores. Porque lo más importante ahora es plantearse cómo crear los nuevos Fundescos, públicos y privados, que la sociedad española necesita imperiosamente para afrontar su futuro, cómo revitalizar ese "espíritu Fundesco" capaz de impulsar un desarrollo de las comunicaciones y la comunicación económico y social, libre pero solidario.
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