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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Estudiantes indignados

Últimamente nos asalta con cierta frecuencia en la prensa la noticia de grupos de estudiantes de Psicología (no sé si por azar o por lo que esta ciencia tiene de normativizadora) que, indignados, denuncian, desde un sentido del deber cívico ciertamente admirable, algún libro o a algún profesor universitario por desviacionismo sexista, racista o machista. La indignación es siempre un mal síntoma, porque nace de convicciones dogmáticas, poco racionales. La indignación tendría que empezar siempre indignándose contra sí misma. Sin embargo alguien debería empezar a preocuparse por este insólito fenómeno, en el que estudiantes universitarios con miedo, al parecer, a resultar contaminados por ideas -extravagantes se erigen en guardianes de la ortodoxia democrática, si bien con intenciones más bien poco democráticas, consistentes en la supresión del libro o en la sanción académica del profesor heterodoxo.Se supone que un estudiante universitario tiene ya cierta madurez intelectual y capacidad crítica. Se supone que la Universidad es un lugar para el libre pensar, y no para la ideología. Se supone que, a veces, es más fructífero el pensamiento a contracorriente que la cómoda reafirmación de valores culturalmente adquiridos y mal digeridos por la razón. Se supone que la conciencia democrática es lo suficientemente vigorosa para admitir la crítica o que, precisamente porque admite la discrepancia, es así de vigorosa. Se supone, en definitiva, que pensamos para ir más allá del pensamiento. Pero, si lo que queremos son dogmas irrebatibles, es mejor que leamos el catecismo.

Hace poco, este periódico, en esta misma sección, publicó una carta de la viuda del general Sáenz de Ynestrillas. Lo que en esa carta se decía era delirante tanto desde una perspectiva moral como política. El odio soterrado y persistente que sostenía las palabras de esa carta producía pánico. Pero su sola publicación reflejaba la diferencia entre la España que añoraba esa señora, la que patrimonializaron "los camaradas de su marido", y la España que le ofrece la posibilidad de emplear cualquier medio para expresar sus ideas. Esta diferencia es algo que últimamente olvidamos con demasiada facilidad.-

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