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La estela del testamento

El texto del tetrapléjico gallego despierta nuevos ecos

El testamento autógrafo de Ramón Sampedro, publicado el miércoles por EL PAÍS aún forma una estela de opiniones sacudidas por su estremecedor contenido. He aquí algunas, de las recogidas ayer por EL PAÍS -que se suman a las publicadas el jueves y el viernes.

Lorenzo Morillas, rector de la Universidad de Granada: "El testamento es un alegato muy serio por la disponibilidad de la propia vida. Sobre todo porque no es teórico, sino que parte de su propia experiencia. Es tema complicado en lo legal, pues establece una contradicción entre la vida como derecho del que se puede disponer y como un derecho indisponible. ¿Es un derecho y un deber? En determinados supuestos como éste se debería plantear en lo jurídico la disponibilidad de la propia vida, siempre que haya una declaración inequívoca de la persona".

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Aquilíno Polaino, catedrático de Psicopatología de la Complutense: "Respeto el testamento porque hay que respetar la libertad personal, pero como psiquiatra y alguien que ha vivido seis días en coma y ha pasado por una recuperación de 4 meses en los que estuve inhabilitado de todo [Polaino cuenta su experiencia en el libro Una vida robada a la muerte], pienso que el derecho a vivir no puede plantearse sólo como derecho. La vida no nos la damos nosotros, sino que es un regalo maravilloso; por lo tanto también existe el deber de hacer con ella lo mejor para al tejido social. Ante el testamento, el concepto de dignidad no lo veo claro: ¿es tener el cuerpo íntegro? No, la dignidad tiene un a priori y es que una persona es única y por tanto insustituible. ¿Se ayudó a Sampedro a hallar un sentido al sufrimiento?, ¿se le ayudó a sernos útil? Realmente creo que no. Su situación era invivible porque carecía de sentido".

Eulalia Triviño, presidenta de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer: "Soy partidaria de la eutanasia porque he visto a mi marido sufrir y, aunque ver morir a un ser querido es penosísimo, más lo es verle sufrir. Soy católica practicante y tengo mis reparos hacia la eutanasia, pero creo que Dios es siempre justo y que no hay por qué esperar a que él te llame si el sufrimiento llega a ser insostenible. Nosotros vemos a diario el dolor de los enfermos y de sus familiares y a veces es insoportable. Poner fin a ese dolor debe ser una decisión personal porque sus consecuencias sólo afectan a quien decide llevarla a cabo".

Manuel Cuyás, sacerdote y miembro del Institut Borja de Bioética del Arzobispado de Barcelona: "Me leyeron el testamento porque ya tengo poca vista. Sentí pena por lo que Sampedro ha sufrido, y también comprensión. Es un caso límite, de ésos en los que los argumentos de la Dura razón no convencen. La Iglesia sabe que ante esos casos no tiene argumentos de pura razón. A la luz de la fe, dicta que nadie puede disponer de la vida. Ahora bien, también es doctrina católica que nadie debe sufrir inútilmente, y que hay que evitar el dolor a las personas. En la eutanasia asistencial todos concordamos. El problema legal es el planteado por la voluntad de disponer del cuándo morir. La ley no legisla para los casos límites, sino que debe hacerlo para la generalidad de la sociedad, y ahí estriba lo complejo".

Gran Wyoming, licenciado en medicina y humorista: "El tema de Sampedro me parece muy siniestro. El testamento me parece que está escrito por una persona con plena conciencia. Nos dice que la vida no es ninguna obligación. Creo que cada uno es propietario de su propio cuerpo. Me parece que el 90% de las personas que utilizan la eutanasia están esclavizadas por la tecnología. Estoy contra la muerte no deseada: con esto quiero decir que los mismos que se escandalizan por la eutanasia no lo hacen ante la invasión de un ejército".

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