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Tribuna
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Niños

La Federación Regional de Enseñanza de Comisiones Obreras, (CC OO) ha revelado que entre 25.000 y 40.000 niños trabajan en la Comunidad de Madrid. El dato es realmente escandaloso. Qué hacen miles de niños trabajando, en contra de las leyes, de la piedad y hasta del sentido común, es muy difícil de entender. Los niños tienen que estudiar y jugar. Los niños tienen que formarse de acuerdo con su edad y estar contentos. Los niños no tienen que desempeñar trabajo remunerado alguno so pena de ser víctimas de una explotación inhumana.Periódicamente foros internacionales e instituciones gubernamentales o privadas, llaman a las conciencias de los ciudadanos denunciando las injusticias que se cometen con los niños mundo adelante. Y facilitan cifras estremecedoras: 250 millones de niños entre 5 y 14 años trabajan; de ellos, aproximadamente la mitad lo hacen a tiempo completo.

Según la Organización Internacional del Trabajo, un 61% de los niños que trabajan viven en Asia, un 32% en Africa y un 7% en América Latina. De donde resulta que los niños únicamente trabajan en Asia, Africa y América (Latina). Pero no es verdad. No es verdad, y en muchas autonomías españolas -señala CC OO- se produce esta bochornosa situación. Al parecer, con mayor incidencia en los colectivos de inmigrantes y en poblaciones marginales, lo que no disminuye la gravedad del problema.

Cuarenta mil niños trabajando en la Comunidad de Madrid es una auténtica burrada. Que haya 40.000 niños trabajando en la Comunidad de Madrid sólo se explica desde la irresponsabilidad y la incompetencia de los poderes públicos.

El ente autonómico madrileño debería explicar por qué se ha llegado a esta situación. Cómo es posible que en el territorio de su jurisdicción haya tal cantidad de niños explotados inicuamente. Los niños -continúa el informe de CC OO- trabajan preferentemente en la agricultura, en el comercio, en la hostelería y en los pequeños negocios familiares. Quiere decirse que, aparte aquellos que echan una mano en casa, hay unos terratenientes, unos comerciantes y unos hoteleros que los emplean subrepticiamente por un salario de miseria.

Gran cantidad de niños, además, piden limosna. Allá donde se producen concentraciones humanas -suele ser en las puertas de los grandes almacenes, de los mercados, de los campos de fútbol, de las plazas de toros, de los cines y los teatros- aparecen niños pidiendo limosna. Los adultos que les inducen a la mendicidad -y se benefician de ella- andarán por allá cerca, vigilando la diligencia con que se desempeñan los niños y la rentabilidad de su tarea, y uno no ha visto jamás movimiento policial alguno encaminado a impedir semejante canallada.

Otros niños (o esos mismos) los dedican a la prostitución. Se trata de una actividad claramente delictiva que estaba severamente castigada. Quizá entre todas cuantas maldades pueda concebir la mente humana una de las más repugnantes sea la corrupción de menores. Corrompe el adulto que los induce a prostituirse, corrompe el adulto que es cliente de esa prostitución. Por eso las leyes de todas partes y de cualquier época, y los magistrados que administran justicia, imponían a unos y a otros duras penas. Ahora, sin embargo, un juez ha dictado sentencia según la cual el cliente no comete delito si el menor ya había sido prostituido con anterioridad. En consecuencia: delinque el primero que le de un duro a un niño por dejarse hacer una cochinada; no el segundo ni la larga cola de pederastas que vendrán después a envilecerle el alma y destruirle la vida.

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Los niños no votan. Y no tienen conocimiento, ni humor, ni medios para asociarse, crear una coordinadora, constituirse en grupo de presión para defender su dignidad e imponer sus derechos. Y bien que se nota.

Un solo niño que hubiese en la comunidad madrileña abandonado, explotado o envilecido bastaría para que a la sociedad civil y a la clase política se les cayera la cara de vergüenza. Y resulta que son 25.000; acaso 40.000.

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