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Cuba digiere la visita de Juan Pablo II

Los resultados de la partida de ajedrez político-espiritual jugada la semana pasada en Cuba por Fidel Castro y Juan Pablo II son todavía una incógnita. Para los más escépticos, el paso del huracán Wojtyla ha sido sólo eso, un gran paréntesis y, después de cinco días de licencia revolucionaria, ahora Cuba se sumergirá de nuevo en la poza de la ideología. Otros piensan que a semilla del cambio ya ha sido plantada.

Apenas unas medidas de gracia para algunos presos políticos, ciertos espejismos y nuevos espacios para la Iglesia local (que ahora tendrá que defender) y el recuerdo casi folclórico de la visita se pueden resumir en la conga que el Papa pudo escuchar el domingo en la plaza de la Revolución, que decía: Una, do y tre; i una, do y tre; / qué Papa tan chévere, / qué Papa tan chévere / este Juan Pablo é.Para los optimistas, la Iglesia y un buen número de cubanos, lo ocurrido la semana pasada en la isla va mucho más allá: la visita ha sido en sí misma "el gran cambio". "Cuba ya no es la misma", opina el sector "creyente", que espera que lo sucedido sea el germen de otros cambios.

El sacerdote Ramón Polcari opina que hay mucho trabajo por delante, y que éste debe hacerse "con prudencia". "No se trata de meter enseguida la quinta velocidad". Polcari, párroco de la popular iglesia habanera de la Caridad, ha sido uno de los encargados de coordinar con el Gobierno de Fidel Castro los preparativos de la visita del Papa, y es optimista: "Todavía es pronto para evaluar, pero el futuro es prometedor".

Pero Polcari también es realista. Admite que, si en esta primera etapa pospapal se tensa demasiado la cuerda, el equilibrio alcanzado se puede romper, pero confía en que el diálogo abierto continuará.

De momento, de vuelta a su parroquia, se ha encontrado con un panorama estimulante. "Muchas personas han venido aquí en los últimos días pidiendo las homilías del Papa. Otros que no eran católicos se han acercado diciendo que después de lo que vieron y oyeron también quieren participar".

En su primera misa en la iglesia de la Caridad, el viernes pasado, Polcari habló de la visita del Papa, y comparó el trabajo que ha de hacer la Iglesia en adelante con el del sembrador de mostaza: "Hay que dejar caer las semillas y que florezcan".

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Tanto en su parroquia como en la del Carmen, en la calle de la Infanta, la "ofensiva" de la Iglesia ha comenzado por la difusión del mensaje de Juan Pablo II. "Las homilías del Papa se van a estudiar en la catequesis, y también el mensaje de Juan Pablo II estará presente en nuestro trabajo con la comunidad", dijo el párroco español Teodoro Becerril, quien llegó a Cuba un lejano día de 1958. Becerril lo ha visto, todo desde su púlpito en la Iglesia del Carmen.

El miércoles, en su templo, se libró el primer combate de los nuevos tiempos tras la marcha del Papa. Un día antes, a algunos periodistas en La Habana les llegó un fax sin membrete desde Estados Unidos en el que se convocaba a una misa en la iglesia de la Caridad en memoria del dirigente anticastrista Jorge Mas Canosa y del disidente Sebastián Arcos, muertos ambos en el exilio. Al llegar, había más periodistas y fornidos que fieles.

"Si la Iglesia no menciona sus nombres [los de los Canosa y Arcos], el titular del día siguiente es: 'La Iglesia se vende al Estado tras la visita del Papa'. Y si la misa se convierte en un mitin político, se forma el problema", explicaba López Oliva, un académico especialista en temas religiosos. Becerril no pudo actuar mejor. Dedicó la misa a Mas Canosa y a Sebastián Arcos entre otros muchos nombres, y habló en su homilía del mensaje de paz y reconciliación del Papa. Fuera, mientras, pasaba la marcha de las antorchas, en homenaje al natalicio de José Martí. Una de las consignas era Por la patria, junto a Fidel.

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