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Definitivo 'no' de Turquía a participar en la Conferencia Europea convocada por los Quince

Xavier Vidal-Folch

"Nuestro no es definitivo, no participaremos" en la Conferencia Europea del 12 de marzo, declaró ayer a EL PAÍS el ministro turco de Exteriores, Ismail Cem, todavía dolido por las conclusiones de la cumbre de Luxemburgo. Cem aseguró también que Ankara proseguirá su proceso de anexión -sin llamarlo así- del territorio chipriota ocupado por Turquía desde 1974. Y mantuvo una dura polémica en el Foro Económico Mundial de Davos con dos de sus principales valedores, el secretario general de la OTAN, Javier Solana, y el comisario europeo Hans van den Broek. Esa conferencia, concebida como una antesala para los aspirantes a integrarse en la Unión Europea y sobre todo para regalar a Turquía una percha a la que agarrarse por no ser todavía candidato oficial, fue convocada por los Quince en su cumbre de Luxemburgo de diciembre. Las condiciones que impusieron y la calificación de "torturador" dada por el presidente de turno, Jean-Claude Juncker, al régimen turco "todavía nos mantiene heridos", dijo Cem. Por eso "nuestro no es definitivo; no asistiremos a Londres, porque es parte del programa de Luxemburgo y no habría que insistir más en ello, sino mirar hacia adelante, pero no podemos ser muy optimistas sobre el futuro de nuestras relaciones", manifestó el ministro turco. Turquía proseguirá por el camino opuesto al que le pedía Europa. Ilegalizó al islamista Partido del Bienestar y pretende anexionarse el norte de Chipre que ocupa ilegalmente.

Sobre los islamistas, Cem se escudó en que "la Constitución penaliza a los partidos que atacan la democracia, decisión que aplican los jueces". Sobre el norte de Chipre, aseguró que "no se trata de anexionarlo, sino de coordinarse más estrechamente con un Estado al que respetamos [el único que reconoce al Gobierno turcochiporiota es Turquía]". Pero al mismo tiempo el Gobierno turco criticó el Informe anual del Departamento de Estado norteamericano sobre los derechos humanos en Turquía, en el que se denuncian las "torturas a prisioneros", los "asesinatos misteriosos", los "abusos contra la minoría kurda" y las "detenciones de decenas de periodistas". Algunas de estas acusaciones "son infundadas", replicó.

El caso es que Ankara tensa la cuerda incluso con los dirigentes occidentales más proclives a asegurarle un puesto al sol. En sesión pública, Cem atacó ayer a la UE por el "impacto negativo de las conclusiones de Luxemburgo, porque nos trataron peor que a los países del Este, exigiéndonos como condiciones previas lo que a ellos se les reclama al final del proceso".

Sin embargo, Van den Broek le reprochó rechazar una triple oferta sólida: considerar a Turquía "elegible" como candidata en un futuro, invitarla a la Conferencia Europea y desbloquear el paquete de ayuda financiera que Grecia paraliza hasta obtener garantías de respeto territorial de sus aguas y de Chipre. Y el presidente polaco, Aleksander Kwasnievski, le recordó que "todos los candidatos debemos compartir valores como la democracia y los derechos humanos".

Pero hubo más. Mientras todos los ponentes discutían sobre cómo acelerar la reunificación europea (UE y Alianza Atlántica), el ministro turco desentonó. Olvidando que su país impone a Nicosia el último muro de Berlín, acusó a Europa de mantener nuevas líneas divisorias, "étnicas y sociales", citando que los emigrantes extranjeros en Alemania sufren un 20% de paro, mientras que el promedio es sólo del 12%. Ahí saltó Javier Solana. "El concepto de líneas divisorias significa que unos están dentro y otros fuera, y eso pertenece a la época de la guerra fría, ya arrinconada, por lo que no debe utilizarse más", le riñó. Aún reconociendo diferencias de otro tipo, Solana subrayó que "lo importante es que ya nadie queda fuera" de ambos procesos de integración (la UE y la OTAN), "aunque unos, de momento, estén dentro sólo parcialmente".

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