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Expectación en Berlín ante el estreno de una obra teatral sobre el nazi Speer

La pieza, de Esther Vilar, se representa en el antiguo despacho del arquitecto de Hitler

En el Berlín del reencuentro, mientras la ciudad se prepara para ser de nuevo la capital de Alemania, sigue siendo fácil darse de bruces con la historia, apasionante, terrible, del siglo XX que va quedando atrás. Ésa es la aventura en la que se han embarcado la escritora germano-argentina residente en Barcelona Esther Vilar, el director Karl Maria Brandauer y el actor Peter Simonischek. La pieza teatral Speer sondea el pasado de Albert Speer, uno de los jerarcas nazis acusados del juicio de Núremberg, del que salió para la fortaleza de Spandau con una condena de 20 años.

Speer se representa en el mismo lugar donde éste desempeñó sus trabajos de arquitecto al servicio de Hitler. El edificio será derribado después de las representaciones para construir otro, de factura moderna, que albergará la Academia de las Artes.Esther Vilar, que alcanzó notoriedad en los setenta con la publicación de diversos ensayos polémicos, entre los que destaca El varón domado, y que desde entonces ha diversificado su actividad como ensayista, novelista y dramaturga, vive en un piso frente a la iglesia gótica de Santa Maria del Mar de Barcelona, zona pintoresca y bohemia del barrio antiguo de su ciudad de elección. Vilar no oculta su fascinación por el personaje que retrata su última pieza teatral: "Albert Speer era un triunfador, y no sólo como arquitecto. Con 32 años fue nombrado por Hifier, en 1937, inspector general de construcciones, con el cometido de preparar la gran transformación urbanística de Berlín como capital del mundo, una de las obsesiones del Führer. Pero luego, como ministro de Armamento y Municiones, logró demostrar de nuevo su enorme capacidad organizativa, tanto que permitió que una guerra ya perdida se prolongara durante dos años y costara 30 millones más de vidas humanas. Y pese a todo, Speer supo convencer al tribunal de que no conocía la realidad de los campos de exterminio y de su oposición de última hora al nazismo. A su salida de Spandau publicó sus memorias, que se convirtieron en un best-seller. Era un hombre superdotado, alcanzaba el éxito en cualquier cosa que se propusiera. Con él queda siempre la duda de su culpabilidad, siempre le ha rodeado un extraño halo de inocencia, ése es el conflicto de la pieza".

Peter Simonischek, uno de los actores históricos de la berlinesa Schaubühne, interpreta a Albert Speer, y Karl Maria Brandauer, uno de los grandes directores del actual teatro alemán, interpreta a un alto funcionario de la República Democrática Alemana. La acción sucede en 1980, un año antes de la muerte de Speer. Y la escena, su antiguo y semiderruido despacho, la preside la enorme maqueta de la cúpula diseñada por Speer siguiendo la inspiracion megalomaníaca de Hitler, con capacidad para 180.000 personas, frente a la cual se abre una plaza capaz de contener a un millón de soldados.

"Lo importante", dice Vilar, "es que Speer vuelve al lugar del crimen. La obra se representa en el que fue realmente su despacho en la Academia de las Artes, al que Hitler acudía casi diariamente y donde juntos proyectaban la capital mundial de Germania, tras la victoria de la II Guerra Mundial. En el entorno de la puerta de Brandeburgo, el Pariser Platz, junto al Reichstag, cerca del desaparecido muro de Berlín, en la confluencia entre las dos Alemanias, en fin, la historia sigue estando presente pese a la enorme transformación y modernización que se está produciendo".

Speer se presenta desde hoy hasta el 8 de febrero en la Academia de las Artes de Berlín. Que se trata de un acontecimiento que excede lo puramente teatral lo demuestra que las entradas se agotaran a las pocas horas de ser puestas a la venta. Y también que la pieza se emita por la televisión pública a todos los países del ámbito lingüístico alemán.

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